A lo largo de la historia, muchos artistas han dedicado sus obras a la Luna, ese astro celestial que ilumina nuestras noches. Quizás por su romanticismo, quizás por que es inalcanzable o, a lo mejor no es más que el contacto con una fuerza que rige nuestra vida, nuestro pensamiento y nuestro organismo.
¿Complicado? no lo sé... es tan bella como misteriosa. Incomprensible.
Los wicca, creencia descendiente de los celtas, hablan de la Diosa Luna, como la gran madre de la naturaleza que otorga vida y salud.
Este astro ejerce sobre nosotros un poder de atracción y rechazo en un constante abrazar y repudiar.
De acuerdo a las creencias celtas, la razón es sencilla: estamos hechos en 80% de fluidos y 20% de materia sólida, igual que el planeta, compuesto de mar y tierra.
Según la teoría de la evolución todos procedemos del agua y por eso estamos sometidos, como las mareas, a ser movidos por la Luna.
El astro nos lleva a comportarnos de un modo en vez de otro. Nos impulsa a hacer algo en ocasiones y en otras nos frena. Es responsable de la melancolía y también de la felicidad. Nadie puede evitar su influjo. Nadie puede ignorarla. Nadie.
Los astrólogos afirman que los planetas son los que marcan esos cambios. Para los más espirituales, es mucho más. Es fuente de energía y bienestar.
Vea La meditación ideal: a la luz de la Luna

