La tónica es una bebida refrescante, con regusto amargo y muy ligera, consumida tanto sola como combinada con limón o licores como ginebra o vodka. Sin embargo, pocos conocen las propiedades beneficiosas de este refresco, que nació como cura de la malaria merced a su componente principal, la quinina.
Este refresco, conocido también en castellano como agua tónica fue patentada en 1858 por el inglés Erasmus Bond y fabricada para su comercialización por la casa Schweppes a partir de 1870. Actualmente, son varias las marcas que venden tónica y la investigación de mercado ha dado lugar a variantes del producto como tónica sin calorías.
Lejos de Gran Bretaña, el agua tónica tiene su origen en América y su nacimiento se debe a su aplicación curativa y terapéutica.
No en vano, en 1820, después de servir en el ejército de Prusia y atender a los heridos de la Batalla de Waterloo, el doctor alemán Johann Gottlieb Benjamin Siegert viajó al puerto venezolano de Angostura para ayudar al general Simón Bolívar a liberar el país de los españoles. Estando allá, en 1824, desarrolló la tónica conocida por su aroma amargo y las propiedades de la quinina, planta derivada del árbol de la quina.
Los ingleses pronto exportaron la idea y fue en su colonización de la India Oriental donde la utilizaron masivamente para la cura de la malaria y otras enfermedades infecciosas. Al mezclarla con agua carbonatada y ginebra —para hacer más soportable su sabor—, dieron origen al famoso gin-tonic.
La quinina tiene entre sus atributos curativos propiedades antipiréticas, analgésicas y antimalaria. Se trata de uno de los alcaloides vegetales más importantes, y es recomendable para bajar la temperatura corporal excesiva y estimular la circulación sanguínea.

