La vida es efímera, pero las personas trascienden a través de sus obras. Dentro del universo que es cada persona, a Gustavo Araujo (1965-2008) se le recordará, entre muchas cosas, por su arte. Tres conocedores de su obra, que además compartieron con él importantes momentos de su vida, relatan algunos fragmentos de ese mundo de imágenes que él compuso antes de fallecer el pasado domingo.
La reconocida fotógrafa Sandra Eleta dice que se conocieron entre 1997 y 1998. “Él le dijo a Amalia Aguilar que quería conocerme. Ella nos presentó en su casa en el Casco Viejo”. Desde ese día, se hicieron “muy buenos amigos”.
“Me inspiró mucho su entrega”, dice. Y fue mutuo, porque Araujo le decía: “cuando tomo fotos, me acuerdo de ti”. “Pero él era un gran fotógrafo con gran visión: ¿qué podía enseñarle yo que él no supiera?”
Incluso, cuenta Eleta, él le preparaba las luces cuando ella fotografiaba en estudio. “Me daba confianza, era impecable”. Entonces, ella se dedicaba a concebir la imagen.
Eleta suele destacar las sombras en sus fotos, lo que según cuenta, a Araujo le atraía. “Él siempre me decía: ‘yo también conozco esas sombras”. Su obra preferida de Araujo fue con la que ganó el primer puesto de la Bienal Centroamericana (ver foto). “Así se soñaba él”, asegura.
Pero hay un momento que no se le borra. Fue en 2005, cuando varios artistas retrataron el Casco Antiguo. “El grupo se enredó con los niños, la calle, las casas... él hizo una secuencia de la arena, la playa y quedó en las nubes. Entonces pensé: Gustavo se está desprendiendo, está buscando otra cosa. Y desde las nubes empezó a pintar. Estaba en la lucha por encontrarse en ese mundo”.
En lo último coincide la crítica y curadora de arte Adrianne Samos. Ella, quien también conoció a Araujo entre 1997 y 1998, cuenta que, aun siendo fotógrafo, Araujo sentía que llevaba la “necesidad de pintar en sus genes, su papá era pintor amateur. Él entró, en 2005, en una especie de crisis artística. Quería incorporar la pintura a la fotografía”.
Según Samos, Araujo “encontró magia en cosas raras, que pasarían inadvertidas para el resto”. Por ejemplo, en Bocas, con la que se ganó el primer premio de la Bienal de Panamá, donde retrató las banderas de viento del aeropuerto de Bocas del Toro (ver foto).
Sus obras, asegura Samos, tienen dos cualidades: contraponen realidades –como fotos del Casco Viejo y de Nueva York– y son fragmentos de una secuencia. “Tenía una capacidad increíble de captar el momento... Le gustaba la idea de desarmar y dividir la imagen, teniendo en mente que la vida no es una línea continua”.
Quizá esas dos realidades tengan una explicación en una entrevista que dio Araujo en Photitos.com: “El sistema te conduce a que no cuestiones, pero yo sí lo hago”.
Araujo dijo que, aunque pintaba de todo, tenía una especial atracción por los retratos. En 2007 se pintó a sí mismo (ver foto), y Faisa Abas se enamoró del cuadro. “Fue amor a primera vista”, dice. Abas, quien sentía una “conexión como de toda la vida” con Araujo, aunque eran amigos de poco frecuentarse, lo compró en una exposición.
Araujo tenía sed de aprender. Tanta, que motivó al pintor Brooke Alfaro, que no suele dictar cursos, a hacer uno sobre la técnica de óleo a principios de este año. “Tenía mucho talento y aptitud”, dice.
Pero la sed iba más allá. Narra Alfaro que Araujo lo llamaba con frecuencia para pedirle consejos y críticas de su obra. “No vacilaba en pedir opiniones. Aunque la crítica no fuera positiva, él estaba interesado en saber”.
Araujo, según Alfaro, tenía planeada una exposición a fines de este año en la galería Teorética en Costa Rica. Además, había sido seleccionado para participar en la Bienal Centroamericana en noviembre en Honduras. Según Samos, sus dos pinturas ya están en ese país.
TRAYECTORIA
• Su inspiración: La película ‘Salvador’, de Oliver Stone, por el fotógrafo que arriesga su vida por retratar una guerra. • Trabajo: Cofundó y editó la revista cultural ‘Mogo’. • Influencias: Mark Richards, Marcel Duchamp y Pink Floyd. • Música: Tocó guitarra y compuso temas para Los 33.
