Son las estrellas más rutilantes de la amplia coctelería cubana, en la constelación del ron de caña: el mojito, el daiquiri y el papahemingway.
Sin cualquiera de ellos al alcance de la mano, es impensable un atardecer en la capital cubana, condenada a la eterna transparencia que le diagnosticó el poeta García Lorca, a la no menos perenne decadencia y a la ausencia casi total de barcos frente a la costa.
Esos tres combinados superan con mucho a los demás brebajes de la coctelería antillana, en general más plebeyos y mestizos, aunque no por eso desdeñables, como el políticamente ambiguo cubalibre, combinado de ron, hielo y refresco de cola, y el cubanito, sucedáneo del Bloody Mary en el que el vodka ha sido reemplazado por ron.
Algunas guías turísticas atribuyen la popularización del mojito al bar y restaurante habanero La Bodeguita del Medio, y otros a la barra del vestíbulo del Hotel Sevilla, pero obviamente hay muchos otros lugares de la isla caribeña donde se prepara este coctel.
