El romance entre el cine y la música comenzó en aquellas legendarias veladas de inicios de la década de 1900, cuando era usual que en la salas estuviera un pianista o una pequeña orquesta que brindaba énfasis rítmico a las imágenes que se proyectaban en la pantalla.
La banda sonora (que además de música incluye diálogos y efectos de sonido) se consolidó con la llegada del sonido a la industria de Hollywood con el estreno de la cinta El cantante de Jazz (1927).
Cuando el rodaje de una película acaba, se inicia la etapa de la posproducción, que consiste en llevar a cabo el montaje y luego la sonorización.
“Es necesario hacer una distinción entre la música de la película y la banda en su conjunto. La música, es la que conocemos, pero la complejidad de la banda sonora incluye también la música incidental como tema musical o como refuerzo de las emociones”, dice Luis Franco, un publicista que tiene en lista de espera realizar el largometraje El suspiro de una fea.
Durante la filmación, recuerda Luis Franco, se graban los diálogos, que “luego se separan de los otros sonidos para modularlos según sea necesario”.

