Resulta asombroso creer que hace 50 años la única forma de limpiar el piso fuera de rodillas y paño en mano. La invención del trapeador en 1956 supuso una revolución que levantó del suelo a una toda una generación.
La idea comenzó en la mente de un español de 42 años, de Zaragoza, que trabajaba en la base aérea de Valenzuela como responsable de los talleres de reparación y mantenimiento de aviones. Era el año 1956 y Emilio Bellvis Montesano conoce a su socio, Manuel Jalón, con quien llevaría a la realidad la patente del trapeador.
Un curso de aviación en Estados Unidos lleva a Jalón a conocer una nueva forma de limpiar los suelos. Los gringos usaban un cubo con rodillos y una mopa plana. Piensa que esta idea se puede perfeccionar y establece un vínculo profesional con Emilio Bellvis, quien disponía de una tienda de recambios de automóviles en Zaragoza .
La trastienda del establecimiento fue local de ensayo del nuevo invento y sus primeros modelos. Es así como fundan Rodex, empresa que comercializa trapeadores y que debe su nombre al cubo de rodillos.
Los primeros ejemplares no fueron los que conocemos hoy día. Al ser una mopa plana, los flecos se rompían y los muelles de los rodillos no eran eficaces.
Una noche, Bellvis se despertó sobresaltado con la solución: Se trataba de un embudo troncocónico con perforaciones en su superficie, y el mecanismo de escurrido mediante retorcido con escoba redonda.
Hoy día, la fabricación de trapeadores ha evolucionado en materiales y formas más sofisticadas sin perder su espíritu original. El desarrollo de este "electrodoméstico", ha llevado a inventores ha experimentar con nuevos variantes. No en vano, el inventor español Jesús Barberá logró en 1994 un premio internacional por la creación de un escurridor automático llamado "Fregola".

