Dicen que Eduardo Galeano escribió la biblia latinoamericana con un libro sobre el subcontinente comprendido de México a Argentina, más el Caribe. La verdad es que escribió dos biblias: Las venas abiertas de América Latina y El fútbol a sol y sombra.
Las venas abiertas recoge el trascender de este territorio desde la colonización europea hasta la década de 1970. Una reflexión concerniente a una región vista según el autor como un botín siempre a mano. El libro sirvió de inspiración a otros artistas como Óscar Niemeyer, arquitecto brasileño, y a agrupaciones musicales vigentes como Los Fabulosos Cadillac de Argentina. Quiere decir que la obra ya es un clásico.
Pero la grandeza de Galeano no está en haber escrito un ensayo valorado en múltiples países y necesario para comprender los tropiezos de América Latina. El autor se desdobló de su gloria cuando muchos años después se autoformuló duros cuestionamientos. Dijo: “Yo no sería capaz de leer el libro de nuevo. Para mí esa prosa de izquierda tradicional es pesadísima”. Y con humildad señaló: “Yo no tenía la formación necesaria. No estoy arrepentido de haberlo escrito pero fue una etapa que, para mí, está superada”.
En cambio nunca se echó para atrás con El fútbol a sol y sombra, que es también un clásico porque compacta una pasión común en Latinoamérica y el mundo. Mediante relatos deliciosamente escritos, con toque poético, el uruguayo registra en relatos de unas cuantas frases la dicha y la miseria del fútbol. Si Augusto Monterroso es el maestro del relato corto, Galeano lo es del ensayo futbolero breve.
Obrero de fábrica, dibujante, pintor, mecanógrafo, cajero de banco y lector profesional, el uruguayo se dedicó a escribir y hacer periodismo desde la adolescencia. Era un hombre mundano y discreto y quizás esto explica por qué sus textos eran minimalistas pero muy profundos.
Murió haces una horas a los 74 años de edad y dejó un boquete grande en el fútbol, la literatura y las ideologías. Fue una pluma y una época.