El poeta chileno Gonzalo Rojas, que murió ayer, “tuvo una vida maravillosa; vivió en China, Cuba y Alemania”, evocó su hijo homónimo al informar el deceso del padre.
La muerte de Rojas, Premio Cervantes 2003 y Premio Nacional 1992, era esperada por su familia y fue “recibida con calma”, expresó su hijo psicólogo.
El Gobierno chileno, luego de destacarlo como uno de los grandes poetas chilenos y latinoamericanos del siglo XX, decretó duelo nacional en medio de preparativos para velarlo en el Museo de Bellas Artes.
El ministro de Cultura Luciano Cruz-Coke manifestó que “el presidente Sebastián Piñera y su gobierno lamentan profundamente la muerte de este destacado poeta”.
Por su parte, el titular de Educación Joaquín Lavín dijo que Chile perdió “un gran poeta y una gran persona”.
Rojas fue miembro de una generación lírica que, a su juicio, forjó la identidad latinoamericana.
Admirador del nicaragüense Rubén Darío, impulsor del modernismo latinoamericano, reconoció influencias y equivalencias en autores como el peruano César Vallejo y el chileno Vicente Huidobro.
Con este último, lo acompañó toda la vida el mal recuerdo de una pelea que los distanció a ambos, en la cual él sintió que cargó con la culpa de la juventud y su impetuosidad.
Aunque no se consideraba totalmente surrealista, asumía que en su lucha artística había una necesidad por conjugar vanguardias y estéticas. “Las palabras nos las regalan los dioses”, dijo.
Autor tardío, su primer libro, La miseria del hombre, fue publicado en 1948, recibiendo malas reseñas en la prensa y el apoyo de los poetas.
“Me ha removido y, a trechos, me deja algo parecido al deslumbramiento de lo muy original, de lo realmente inédito”, expresó entonces la poetisa y Nobel de Literatura Gabriela Mistral.
Su segunda obra, Contra la muerte, arribó 16 años después, con una acogida mayor. “Sin presumir, puedo decir que situó mi nombre en América Latina”, recordó luego Rojas.
La consagración llegó en 1977 cuando irrumpe Oscuro, ocasión en que el mexicano Carlos Fuentes dijo que Rojas era parte ya del arco lírico latinoamericano junto a Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, César Vallejo y Octavio Paz.
A partir de entonces, su creación se vuelve mucho más prolífica, aunque él mismo confesara que los poetas no escriben más de cinco versos decentes en su vida.
El 22 de febrero, cuando parecía mejorar de las secuelas de una neumonía, sufrió un accidente cerebrovascular, el cual lo mantuvo en estado crítico hasta ayer.

