Con 28 años, Ismael Díaz encara el desafío más importante de su carrera: jugar en la Liga MX con el Club León. Para muchos, esta historia parecía tener otro destino. Desde los 15 años, cuando sus regates y goles deslumbraban en Panamá, todo apuntaba a Europa como el gran escenario. Su irrupción en el Porto B fue espectacular, firmando un primer año en Portugal con cifras que auguraban una carrera meteórica. Sin embargo, el fútbol —y la vida— no siguen libretos predecibles.
Hoy, su llegada a La Fiera no solo representa un salto competitivo, sino una muestra de resiliencia. Ismael no es el mismo de hace una década. Es mejor. No porque su físico sea más fuerte —después de seis operaciones de rodilla, sería ingenuo pensarlo—, sino porque su mente y lectura del juego han evolucionado. Reinventarse no fue una opción, fue una necesidad. Y la asumió con humildad, trabajo silencioso y determinación.
En 2021, cuando muchos daban su carrera por terminada, regresó al fútbol panameño para salir campeón con Tauro y recuperar ritmo competitivo. Desde entonces, su crecimiento ha sido sostenido. Universidad Católica le ofreció continuidad, y él respondió con fútbol: más de 100 partidos y un promedio goleador que lo colocó entre los mejores atacantes de Ecuador.
En 2025, su producción ofensiva ha sido sobresaliente: 20 goles entre la liga ecuatoriana, las eliminatorias mundialistas, la Copa Oro y la Copa Sudamericana, siendo máximo artillero en estas dos últimas. Pero más allá de los números, su evolución táctica destaca. Ismael es hoy un jugador con alto compromiso sin balón, capacidad asociativa y una notable inteligencia para atacar espacios. Esa madurez lo hace un refuerzo de lujo para el León.
La posibilidad de compartir cancha con James Rodríguez añade una capa de expectativa. Ambos, con pasado europeo y talento de sobra, podrían formar una sociedad letal en el último tercio del campo. Si el cuerpo técnico logra encontrarles el ecosistema adecuado, León podría tener en sus filas una de las duplas más determinantes del próximo torneo.
La llegada de Ismael a la Liga MX es también un mensaje poderoso: el talento panameño tiene cabida en escenarios exigentes. Y él, con su historia de caídas y resurgimientos, representa al futbolista que no se rinde, que no acepta que otros escriban el final por él. La Fiera no solo ficha a un delantero; ficha a un luchador, a un hombre que eligió creer en sí mismo cuando era más fácil rendirse.
