10 mitos sobre la lactancia materna

1

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La mamá con fiebre no debe lactar, porque enfermaría al niño.

Falso. Es muy probable que la inmediata respuesta inmunológica de la madre a su condición febril favorezca, incluso, a su bebé alimentado del pecho.  Otra cosa es que el niño se enferme porque ella, por ejemplo, no se lava las manos cuidadosamente.

2

La leche materna protege al niño contra todas las enfermedades.

Falso. La enfermedad es el producto de un desequilibrio desfavorable entre la agresividad del agente que enferma y las condiciones del huésped para hacer la batalla contra la infección.

La leche materna sí tiene elementos inmunológicos, tanto proteínas como elementos celulares, los leucocitos, que refuerzan eficazmente la capacidad de oponerse a la enfermedad. Pero eso no quiere decir que pueda bañar a su niño en el río Mataznillo sin riesgo de que lo enferme, porque se le alimenta del pecho materno.

3

La leche materna no transmite enfermedades.

Falso. La leche materna sí transmite organismos que producen enfermedades como la hepatitis B y el virus de inmunodeficiencia humana.  De allí la razón de que vacunemos prontamente contra la hepatitis B a los recién nacidos y que los bancos de leche materna escudriñen cuidadosamente por enfermedades a las donantes y sus leches.

4

Gotas de leche materna curan las conjuntivitis de los recién nacidos.

Falso. Las conjuntivitis de los recién nacidos por infección viral o bacteriana no las curan sino productos dirigidos, específicamente, a neutralizar o matar esos organismos.  Una cosa es la naturaleza dinámica de la leche materna (capacidad de responder a las necesidades nutricionales del bebé) y que provea mejores condiciones inmunológicas durante los primeros meses de vida, y otra cosa que actúe localmente como un antibiótico tópico, a pesar de que contenga leucocitos, linfocitos y macrófagos que atacan y degluten bacterias.

Lo que sí sabemos es que la mayoría de las secreciones amarillentas de los ojos de los recién nacidos ocurre por la obstrucción parcial y recurrente de los estrechos conductos lagrimales, y ellas se mejoran por sí solas en la mayoría de las veces.

5

La mujer que alimenta a su hijo del pecho no queda embarazada mientras lo haga.

Falso. La lactancia materna no es un anticonceptivo y los reajustes hormonales después del parto buscan, eventualmente,  estar en las condiciones de favorecer embarazos y no esterilidad.

6

Mientras se da del pecho a los hijos no se deben hacer ejercicios.

Falso. La actividad física de las madres que lactan no tiene por qué ser limitada en forma diferente como se limitaría durante el embarazo o, incluso, entre las mujeres no embarazadas.

La leche inmediatamente posterior al ejercicio físico sí cambia de composición y suele ser algo más ácida, por los lactatos liberados de los músculos activos, y alguno niños gourmet lo notan y pueden no tener el mismo entusiasmo para tomarse esa leche.

7

La leche materna se le puede aplicar al pezón para lavarlo y protegerlo.

Falso. Esta práctica no basada en medicina de evidencia sugiere que sea mejor limpiar la areola con la leche materna que con agua, porque el agua reseca esta estructura.

Sin embargo, igual hace la leche materna, con alto contenido de agua.  Esto no quiere decir tampoco que sea peor hacerlo con leche que con agua, pero no tiene las ventajas que se aducen.

8

La leche materna de una madre cuyo embarazo se interrumpe a las 28 semanas tiene todo lo que su bebé de 28 semanas necesita.

Falso. La leche prematura se le puede dar al bebé prematuro, y siempre estimulamos ese proceder en las salas de prematuros enfermos, pero también sabemos que esa leche tiene una composición insuficiente para los requisitos y exigencias de crecimiento de un niño con tantas limitaciones y con tantas necesidades.  Hoy día fortalecemos esa leche materna prematura con elementos que aseguren un crecimiento y desarrollo similar al que ocurriera, si todavía el bebé estuviera en el útero de su madre.

9

Las mujeres con implantes o reducciones de sus glándulas mamarias no pueden dar pecho a sus hijos.

Falso. Claro que hay un riesgo de que aquella madre que le da superior importancia a lo estético de su busto rehúse entregarle sus pechos al apetito de su bebé por las mismas razones estéticas.  Pero lo cierto es que los implantes no deben interrumpir los deseos ni las posibilidades de éxito con la lactancia materna, porque ellos se colocan detrás de los

músculos pectorales y no dentro de las glándulas mamarias.  En los casos de reducción dependerá de qué agresiva fue la cirugía para reducir el volumen de los pechos.

10

La mastitis ocurre porque los pechos se ponen muy grandes con la lactancia.

Falso. La mastitis  resulta por pobre técnica de lactancia.  Por ello, es más frecuente en las madres de primera vez o aquellas a quienes no se les ha entrenado para la lactancia.  Los pezones suelen ser la puerta de entrada para la mastitis y eso no depende del tamaño de los pechos sino de las lastimaduras que se producen en aquellos, porque al niño solo se le introduce en la boca para lactar el pezón, en lugar de la areola.

(El autor es pediatra  neonatólogo y pediatra, y atiende en los Consultorios Médicos Paitilla. pedrovargas174@gmail.com)

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