Por al menos 70 mil años, la historia humana ha sido el relato de nuestras palabras. En su libro Nexus, Yuval Noah Harari, uno de los pensadores más influyentes de nuestra era, plantea que la comunicación no es un accesorio de la evolución humana, sino su motor más decisivo: el “pegamento invisible” que permitió a nuestra especie cooperar en grandes grupos, crear civilizaciones, construir instituciones y transformar ideas en realidades.
La comunicación no consiste únicamente en transmitir información, sino en construir un significado compartido. Y en un mundo hiperconectado y saturado de mensajes, esta idea tiene implicaciones profundas para las empresas, sus marcas y sus líderes.
Harari explica que lo que diferencia a los Homo sapiens de otras especies no es la fuerza física ni el tamaño del cerebro, sino nuestra capacidad de crear y compartir relatos comunes.
El lenguaje permitió que los humanos coordinaran esfuerzos con personas que no conocían directamente, imaginaran futuros compartidos y diseñaran estructuras complejas, como religiones, gobiernos, empresas o Estados.
Este fenómeno se denomina el “nexo narrativo” y es el fundamento sobre el cual se erige toda sociedad. Y también toda organización. Al igual que las civilizaciones, las empresas existen gracias a relatos compartidos: una misión, un propósito, una visión y una estrategia de futuro que inspiran a las personas a actuar juntas.
Una marca no sobrevive por sus productos, sino por la historia que la gente cree sobre ella. En un mercado saturado de datos, las empresas que logran articular narrativas coherentes y emocionales son las que construyen confianza, reputación y lealtad.
Las empresas modernas no son solo estructuras jerárquicas: son redes de cooperación simbólica. Su valor no reside únicamente en el capital o la tecnología, sino en la capacidad de conectar individuos alrededor de códigos comunes y objetivos compartidos.
En ese sentido, la comunicación corporativa debe ser vista como un sistema operativo organizacional, un mecanismo que alinea, moviliza y sincroniza esfuerzos en torno a metas comunes.
Vivimos en un nuevo “nexo” histórico: el digital. La capacidad de las plataformas tecnológicas para amplificar, distorsionar o fragmentar relatos transforma profundamente la forma en que las personas perciben la verdad, confían en las instituciones y construyen significado.
En este escenario, las empresas deben entender que la comunicación ya no es un monólogo, sino un ecosistema dinámico y bidireccional. El control del mensaje ha desaparecido; lo que importa ahora es la capacidad de construir relaciones, generar conversación y participar activamente en la creación de narrativas colectivas.
Nexus es, en el fondo, un recordatorio de que la comunicación ha sido siempre el arma secreta de la humanidad. Gracias a ella hemos cooperado, imaginado, construido y trascendido. Hoy las empresas no compiten solo por participación de mercado, sino por participación en el imaginario colectivo. La clave no está en hablar más, sino en contar historias que unan, inspiren y transformen.
El autor es fundador de Semiotik.
