Reconozco el anticuado uso del término “inganable”, pero la licencia es necesaria para arrancar el 2023 que garantiza sobresaltos por doquier. ¿De qué sirve reportar cifras de crecimiento económico halagadoras si no somos capaces de crear progreso social o disminuir la desigualdad rampante?
La coyuntura que Panamá vive es de las más complicadas en reciente memoria con los desafíos de creación de empleo formal, la salida de listas grises y la necesidad de acciones concretas que confronten la inminente crisis del programa de Invalidez, Vejez y Muerte de la Caja de Seguro Social como algunas prioridades. Pero esto ya lo han leído antes y escuchado de analistas internacionales y locales.
Es evidente que el ejercicio de rogar por el uso más eficiente de la deuda pública con recursos tan finitos como los que tenemos va a ser una complicada misión porque entramos en periodo de lucha electoral donde el partido en poder procurará hacer lo necesario para repetir, para permanecer porque eso es más relevante que dedicar tiempo a desarrollar políticas públicas que persigan el bien común. Ante las batallas que se aproximan podemos despertarnos con una actitud derrotista, tirar la proverbial toalla y entregarnos a la indiferencia.
Pues esa es precisamente la guerra contra el error, contra la corrupción, contra la avaricia que tenemos que librar con más devoción que nunca en este pivotal 2023. La lucha contra “el no me importa porque no me afecta” nos ha llevado a pensar que no habría consecuencias en Afganistán ante el regreso al poder del Talibán o que la invasión rusa de Ucrania terminaría en algunas semanas sin mayores repercusiones en materia cadena de suministros o distribución de energía.
La complicidad por inacción es el catalizador más peligroso que enfrentamos en Panamá y que nos condenará a un descalabro de la frágil paz socioeconómica que miles de millones de balboas en subsidios han artificialmente originado por poco más de una generación, exacerbados con los nefastos efectos de la pandemia.
¿Tuvo Churchill otra alternativa el 18 de junio de 1940 cuando expuso cómo defendería cada ciudadano inglés a su isla de las manos del invasor alemán? Por supuesto que sí: rendirse era una opción si ya Francia había caído.
Nuestra hora más oscura está por venir en este país secuestrado por hordas de dependientes de una clase política enferma que interactúan con miembros de carteles del narcotráfico en la mañana y cenan con delincuentes de cuello blanco en la noche.
En los próximos meses la justicia panameña tendrá que determinar culpables o inocentes en algunos de los casos de corrupción de mayor trascendencia en la historia republicana y con ese mensaje sentar el tono para atraer inversión directa extranjera en un marco de respeto por normas y reglas. Como Churchill, tenemos la opción de rendirnos ante la imposibilidad de victoria.
¿Y qué tal si nos incomodamos como ciudadanos al punto de acudir con propuestas a la oficina de atención ciudadana en la Asamblea de Diputados acabando así con la indiferencia que solo envenena con cinismo, sarcasmo y frustración las redes sociales? ¿O dedicarle más tiempo a entender las consecuencias de la crisis migratoria? ¿o crear esfuerzos comunitarios para complementar los esfuerzos de la policía nacional y así cuidarnos todos?
Si el empleo formal es la llave para mayor estabilidad y progreso, ¿por qué no escuchar, alinear esfuerzos y apoyar a las organizaciones que están haciendo algo por facilitar herramientas a jóvenes desesperados por ser productivos?
Es muy probable que haya guerras que vayamos a perder como la de implorar por un mejor mantenimiento a las calles pero rendirse no es una opción. En el amanecer del 2023, queda emprender una marcha decidida hacia cambios que nacen en nosotros, por nosotros, que no dependan de gobernantes de turno, de lo que la familia o la pareja exija, ni de grupos económicos o sindicatos con agendas escondidas.
Ahora abrazo a la inmortal Toni Morrison quien compartió lo que un estudiante le regaló moldeado en un pedazo de madera: “Pelea...pelea...y libra la lucha por ganar la batalla “inganable”. Estoy listo. Estamos listos.
El autor es economista.
