El Índice de Precios al Consumidor (IPC) de Panamá cerró el año pasado con un acumulado de 0.7% entre enero y diciembre, mientras que la variación interanual mostró una disminución de 0.2%, según el reporte del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC) de la Contraloría General de la República.
El informe destaca que, de noviembre a diciembre, los precios subieron solo un 0.2%, impulsados por incrementos en los grupos de alimentos y bebidas no alcohólicas (1.1%), bebidas alcohólicas y tabaco (0.6%), y bienes y servicios diversos (0.2%). Por otro lado, los precios en restaurantes y hoteles tuvieron un leve aumento del 0.1%.
En el grupo de alimentos, los mayores incrementos mensuales se registraron en las legumbres y hortalizas, cuyo índice subió un promedio de 4.7%, principalmente debido al encarecimiento de tubérculos, legumbres y frijoles. También se reportaron aumentos en frutas (1.8%) y carnes (1.6%), con alzas específicas en productos como pollo, carne de cerdo, embutidos y carne de res.
La variación interanual resultó negativa en 0.2% y fue atribuida a las reducciones en el IPC de los siguientes grupos: comunicaciones (-3.2%), prendas de vestir y calzado (-2.3%), salud (-2.2%), recreación y cultura (-1.2%), transporte (-0.6%), y muebles y artículos para el hogar (-0.3%).
Sin embargo, estas cifras oficiales contrastan con la percepción de los panameños, quienes afirman que el salario no les alcanza para cubrir gastos básicos como alimentos, vivienda, servicios públicos, educación y otros compromisos.
Según la Autoridad de Protección al Consumidor y Defensa de la Competencia (Acodeco), al cierre de diciembre, el costo promedio de la Canasta Básica Familiar de Alimentos fue de 344.68 dólares en los supermercados y 297.18 dólares en rutas, minisúper y abarroterías.
Considerando que el salario mínimo promedio en Panamá es de 636.80 dólares, una familia de cuatro personas necesita destinar aproximadamente 54.15% de su ingreso mensual solo para adquirir la Canasta Básica en un supermercado.

¿Por qué no se percibe una baja inflación?
El economista Carlos Araúz explica que la dolarización de la economía panameña genera distorsiones en los reportes inflacionarios.
“Los rubros que más han subido tanto en términos porcentuales como reales son los que afectan directamente nuestra vida diaria: alimentos, transporte y vivienda. Esto se siente en cada visita al mercado o en cada interacción con tasas de interés altas en el banco”, señaló Araúz.
El economista argumenta que, al no tener un banco central ni capacidad para imprimir moneda, Panamá carece de herramientas para ajustar los salarios de manera efectiva y aliviar el aumento real del costo de vida.
“En lugar de fomentar la competencia, hemos optado por controlar precios de forma artificial, lo que impide que productos como medicamentos y alimentos bajen de precio. Los salarios siguen siendo insuficientes, y la cultura de regalar en lugar de medir productividad nos está asfixiando como sociedad y como país”, advirtió.

Araúz concluyó que, si no se toman medidas para mejorar la productividad y liberar los mercados laboral y productivo, los panameños no experimentarán los beneficios de una supuesta baja inflación. “Esto solo servirá para un falso aplauso”, puntualizó.
El economista Luis Morán señala que el comportamiento de la inflación también refleja el estado general de la economía. “La disminución de los niveles de inflación está vinculada con una menor cantidad de dinero en circulación. Cuando hay más dinero circulando, generalmente se genera mayor inflación. En este caso, en la economía panameña, el menor crecimiento económico, el bajo nivel de producción y la limitada contribución de los sectores económicos reducen la circulación de dinero, lo que a su vez provoca niveles más bajos de inflación”.
Morán también menciona que existe una distorsión clave en el mercado que impulsa los niveles inflacionarios en los alimentos. ”Los alimentos están más caros, hay una menor producción agrícola y, al mismo tiempo, las familias enfrentan un menor poder adquisitivo”.
El economista advierte que esta pérdida del poder adquisitivo seguirá siendo evidente mientras no se implementen políticas de empleo más efectivas. ”Con una limitada generación de empleos formales y menos oportunidades laborales, el poder adquisitivo de las familias se ve afectado. Al momento de hacer sus compras, consumen menos porque están restringidas por salarios bajos y la escasez de oportunidades laborales”, añade.


