Los defectos para algunos, para otros pueden ser virtudes, según se oriente nuestra búsqueda. El beagle es el fiel ejemplo de esto; un excelente perro de rastro, fuerte, compacto, pequeño y sin mayores problemas, pero si es criado de la forma inadecuada y en el contexto equivocado, puede convertirse en un problema. Es indudable que hay pocos cachorros tan irresistibles como los de esta raza, quien los ve, los quiere, pero en la mayoría de los casos no profundizan sobre su funcionalidad y necesidades.
El beagle es uno de los mejores perros sabuesos y trabaja en jauría; esto, trasladado a su vida en la ciudad, significa que pasará bastante tiempo con la nariz pegada al piso, cosa muy difícil de desenfocar en el adiestramiento, pero muy manejable por aquellos que conozcan la raza y le proporcionen el refuerzo positivo correcto.
Si usted pretende que su perro no hale en su paseo, forzándolo con un collar de fuerza, va por el rumbo equivocado. El hecho de ser un perro de jauría no significa que usted lo deba tener necesariamente con otros perros, ya que las personas con las cuales convive, pasan a ser su grupo social. El problema está en que si lo relega al fondo de su casa, formará un perro ansioso, insatisfecho, ladrador, demandante y que destrozará lo que encuentre a su paso. Si, por el contario, lo integra al núcleo familiar, tendrá un excelente compañero, balanceado, juguetón, confiable y, por si fuese poco, muy limpio.
El beagle, junto con los siberianos y los pitbull, son víctimas del desconocimiento de quienes los eligen solo por su estética. Si realmente quiere un beagle, infórmese para brindarle lo que él necesita y así convivirá muchos años con un gran perro.
