Siempre resulta llamativo ver pasear a gente muy mayor con sus perros, caminando al mismo paso, sin que los caninos tiren de la correa.
¿Cómo saben los perros que deben comportarse de esta forma? En realidad, más que “saber”, se trata de una mimetización de energías. Si trasladamos esto a otras áreas de la vida en un contexto diferente, es exactamente lo mismo.
Los perros absorben lo que cada persona o núcleo familiar irradia y lo proyectan en sus actos; por ejemplo, donde hay niños revoltosos e hiperactivos, seguramente habrá un perro igual de inquieto.
Es fundamental saber que al margen de las particularidades de cada raza, que de hecho las tienen, el ambiente donde crezca y se desarrolle el animal será fundamental para la estructura de su conducta. Muchos perros agresivos son el fiel reflejo de las personas con quienes conviven, descartando, por supuesto, patologías puntuales.
En algunos países, para poder tener razas caninas poderosas se evalúa psicológicamente a las personas para otorgarles o no el permiso.
Es imposible tener un perro sano y equilibrado en un ambiente donde reine el desequilibrio.
La gente ciclotímica, que se relaciona con sus mascotas acorde a como les sonría la vida ese día, forma perros que no tienen claro un lineamiento regular, llevándolos al desconcierto y todo lo que esto implica en sus actos adyacentes.
Los cambios de estructura en las familias, ya sea por separaciones o la llegada de un nuevo integrante, también repercuten significativamente en nuestro perro. Al igual que los niños pequeños, nuestro compañero animal no sabe de razones, solo reacciona acorde con el entorno, instinto de adaptación y supervivencia.