Se ha llegado a manejar cifras diametralmente opuestas en cuanto a la cantidad exacta de víctimas fatales durante el enfrentamiento bélico.
La cifra real de muertos en la invasión de Estados Unidos a Panamá también fue víctima de la intervención armada. Treinta años después, todavía no se puede afirmar con certeza el número real de muertos durante la confrontación, en la que 26 mil soldados de la División 82 Aerotransportada depusieron al dictador Manuel Antonio Noriega, quien comandaba unas 12 mil unidades, que en su gran mayoría no presentaron combate.
El 14 de enero de 1990, en una nota publicada en la última página del diario oficial de la Iglesia católica, se puede leer lo siguiente: “Panorama Católico está en condiciones de informar, de acuerdo con informaciones fidedignas recabadas, los datos siguientes sobre el número de muertos y heridos en los acontecimientos del 20 de diciembre de 1989”.

Detalla que murieron 655 panameños y hubo 2 mil 7 heridos. Por el lado estadounidense se reportaron 24 muertos y 324 heridos. Las fuentes, según relata el entonces jefe de información de este diario, Luis Alberto Díaz, eran hospitales, organizaciones de ayuda, como la Cruz Roja, así como el Gobierno y el Ejército de Estados Unidos.
Se han llegado a manejar cifras diametralmente opuestas, como 8 mil muertos. El diario The New York Times mencionó esta cifra en un reporte del 1 de abril de 1990 y se la atribuye a oficiales del ejército de Noriega. Otra cifra que se manejó con frecuencia fue la de 4 mil o “miles”. Este número lo usó el programa “60 Minutes” de CBS News, que citaba a Isabel Corro Rodríguez, quien lideró el movimiento de familiares y esposas de los militares muertos en la invasión.
Corro, quien perdió a su padre, se basaba, según el reporte, en entrevistas con familiares de personas perdidas, reportes de las tropas de los dos países, y la destrucción de casas y edificios.
Eduardo Vallarino, quien fue el embajador de Panamá ante la Casa Blanca, después de la invasión, tuvo que explicar en innumerables ocasiones esta diferencia en las cifras.
“Todo el tiempo me lo preguntaban en Estados Unidos. Unos decían 300 y otros 6 mil. Pero yo les decía: eso es muy fácil: en Panamá no se puede inventar muertos que no tengan un pariente. Es un país pequeño y con el nombre y el número de cédula se puede saber. La cuestión es que la cifra se convirtió en un tema político e ideológico”, explica.
Pero quien sí tiene una lista de nombres es el sacerdote de la iglesia Cristo Hijo del Hombre, en la barriada de Villa Guadalupe, en San Miguelito, Conrado Sanjur. Allí, enmarcado, tiene un recorte de periódico de la época titulado “Listado parcial de las víctimas de la decimonovena intervención armada de Estados Unidos a Panamá de diciembre de 1989”.
En orden alfabético aparecen 317 personas. Sanjur tiene su propia aproximación: 2 mil. A su juicio, este es un cálculo más real que no pretende esconder lo que pasó ni exagerar.
Quien también fuera presidente de la organización no gubernamental Coordinadora Popular de Derechos Humanos de Panamá cree que es urgente hacer una investigación para determinar no solo la cantidad de muertos, sino también los efectos psicológicos en la población y las pérdidas económicas para los particulares y el Estado.
Cada año, Sanjur, y organizaciones como el Frente Nacional por la Defensa de los Derechos Económicos y Sociales (Frenadeso) conmemoran el 20 de diciembre como un día de luto por los muertos y realizan protestas contra Estados Unidos.

A juicio del autor del libro Nuestro hombre en Panamá, John Dinges, hay una distorsión internacional en torno al tema panameño.
En un foro organizado el 5 de agosto de 2009, Dinges dijo que el programa de televisión 60 Minutes contribuyó mucho a la confusión, ya que las cifras que dio eran incorrectas. Dinges señala que nadie pone en duda la muerte de 23 soldados estadounidenses. Pero en el número de militares panameños caídos, la cifra oscila entre 52 y 64.
El máximo de civiles panameños muertos, según las investigaciones de Dinges, es de 272. Y matiza aún más esta cifra señalando que algunos casos no están plenamente identificados. Cita también la cifra del Comité Panameño de Derechos Humanos, dirigido en 1991 por Roberto Troncoso, que es de 358.
Dinges asegura que si se hubieran enterrado en alguna fosa secreta unas 4 mil personas, habría muchas familias haciendo reclamos.
A la cifra de 358 se llegó, según contó Troncoso a La Prensa, tras una depuración, ya que inicialmente se pensaba que eran más de 500.
“Ese trabajo se hizo un año después de la invasión, cuando otras organizaciones hablaban de miles y miles de muertos”. Este número es parecido al que manejó en su momento el expresidente Guillermo Endara Galimany, quien habló de menos de 600.
Humberto Mas, quien fuera director del Instituto de Medicina Legal del Ministerio Público en 1990, señala que el número del que puede dar constancia —con certificado de defunción en mano— no supera las 150 personas. 129 fueron enterradas en el Jardín de Paz, otro grupo en Coclé y otro en un cementerio en Colón.
“Se decía que había fosas clandestinas en El Chorrillo y Pacora, pero trabajamos en colaboración con Isabel Corro y nunca las encontramos”, señaló.
“¿Cuántos murieron? Probablemente unos 700. Con que se haya perdido una vida humana ya es bastante”, dijo el sacerdote Fernando Guardia, quien fue un duro crítico del dictador Noriega.
Guardia llegó a decir que la invasión fue una aberración desde todo punto de vista, debido al poderío militar utilizado a sabiendas de que había poca resistencia de las tropas panameñas bajo el mando del general Noriega.

