Unos 15 minutos antes de su llegada, las miradas de las casi 150 personas que -divididas en dos grupos- esperaban al presidencial, denotaban una mezcla de impaciencia y tensión, aunque también cierta alegría mientras practicaban las consignas políticas al ritmo de un estridente reggae.
Sin embargo, la fiesta -con murga carnavalera- empezó una vez que bajó de su vehículo 4x4 Prado. "Llegó el fulo", gritó una señora de unos 50 años de edad al ver a Alemán; "es más grande de lo que parece", comentó otra.
En ese instante, el heredero político de la presidenta Moscoso -ataviado de una llamativa camisa color amarillo canario- dio inicio a un interminable festival de besos y abrazos, que absorbería buena parte de su tiempo.
La caminata se hizo difícil debido a la estrechez de la calle que impedía que los automóviles que no estaban incluidos en la procesión avanzaran al mismo tiempo que las personas. Otro factor que dificultó los saltos en diagonal que efectuaba el candidato, de casa en casa, fue el lodazal que dejó la pertinaz lluvia que había caído horas antes del recorrido.
De hecho, las zapatillas negras que calzaba estaban totalmente sucias al llegar a la casa de Alina de González, quien a duras penas recibió al político, pues consideraba que no estaba vestida para la ocasión. Precisamente allí, hizo su aparición el primer vicepresidente de la República y miembro del partido MOLIRENA, Arturo Vallarino, que lo acompañaría por el resto del viaje.
El ambiente se notaba animado, pero los más alegres de todos eran los niños, que saltaban, corrían y gritaban, al mismo tiempo que comían los dulces que la "avanzada arnulfista" había repartido entre los presentes.
Luego de haber avanzado unos 500 metros, Alemán, ya a esas alturas sudando copiosamente, tomó tiempo para recordarle a los medios su confianza en la victoria en los comicios del domingo próximo, después continuó la caminata con su avanzada, mientras la noche empezaba a cubrirlo, al igual que al trayecto que aún le restaba.
