La forma de crecimiento de una niña durante la adolescencia e incluso durante su desarrollo en la matriz tiene un papel importante, aunque no muy claro, en el riesgo de que pueda padecer de cáncer de mama en su vida adulta, señala un estudio.
El estudio realizado entre 117 mil mujeres de Dinamarca establece que aquellas mujeres que fueron bebés rollizas cuando nacieron, pero altas y delgadas a los 14 años, podrían desarrollar el mal.
"Algo tan prematuro en la vida desempeña un papel de riesgo para el cáncer de mama'", dijo el director de la investigación, el doctor Mads Melbye, catedrático de epidemiología del Instituto Estatal Serum, en Copenhague.
"Nadie sabe en realidad qué", indicó, pero las teorías incluyen diferencias en niveles de hormonas que influyen en el crecimiento y en las variaciones genéticas que dictan el tamaño de las personas.
Muchos estudios han determinado que las mujeres altas tienen un mayor riesgo de cáncer de seno, que las de mayor peso tienen un mayor riesgo del mal después de la menopausia, y que las más delgadas tienen un mayor riesgo antes de la menopausia, y un menor riesgo después.
"Nosotros como investigadores necesitamos concentrarnos desde muy temprano en la vida para desenmarañar lo aspectos de importancia", señaló Melbye.
El estudio fue publicado ayer jueves en la revista New England Journal of Medicine.
Los investigadores descubrieron que mientras más alta es una niña a los 14 años, casi al final de la pubertad, mayores son sus posibilidades de sufrir de cáncer de mama después.
Por ejemplo, una niña de 1.68 metros de estatura a los 14 años tenía 50% más de probabilidades de desarrollar cáncer de mama que una de menos de 1.5 metros a la misma edad.
Las bebés que pesaron unos cuatro kilogramos al nacer (casi nueve libras) tenían un 17% más de probabilidades de padecer del cáncer después, que aquellas que pesaron 2.50 kilogramos (poco más de cinco libras). Cada dos libras adicionales se agrega un 5½ de riesgo por un 10%.
Hait y la doctora Yelena Novik, especialista en cáncer de mama del Centro Oncológico de Nueva York, dijeron que el estudio es bastante acertado por el gran número de participantes y la cantidad de historias clínicas de adultos que tuvieron a disposición en Dinamarca.
Pero Novik destacó que hubiera servido de gran ayuda si el estudio hubiese examinado el peso y la altura de las mujeres cuando eran adultas y si tenían casos de cáncer en su historial familiar.
