ANA ALFARO ESPECIAL PARA LA PRENSA revista@prensa.com (Viene de la 1B)
Día dos: Alonso vino a la casa de Patricia, vimos la casa y el equipo de cocina y de servir. Patricia quería usar sus propias cosas, ya que como mujer profesional mantiene un enfoque práctico y no es de muchos oropeles ni de andar pidiendo platos prestados. Elaboramos un menú de acuerdo con los gustos de Patricia, donde uno de los invitados tenía ciertas restricciones por su régimen de Atkins. Por ello, se eligió un asado de cerdo relleno de ciruelas y manzanas, pero que el invitado de marras pudiera disfrutar también, y asamos un lomo de cerdo de dos maneras: con hueso, en chuletas, y deshuesado, relleno. Esto lo acompañamos de un gratin de quesos cheddar y Monterrey Jack, más una ensalada tricolor con cebollas perladas, naranjas, hinojo y almendras, que complementaba perfectamente los sabores del relleno. De entrada, una simple preparación de calamares salteados con una salsa fresca de tomates con cilantro, que pudieran disfrutar todos, a dieta o no, y el dip de morrones rostizados, que servimos con puntas de endivia adicionales para los parámetros de la dieta. En el caso del postre, separamos parte de la crema para endulzarla con Splenda por las mismas razones. Si bien se pecó un poco con las fresas, no fue mucho el daño. Ese mismo día ordenamos la carne.
Día uno: Fuimos de compras y luego pasamos al apartamento, donde preparamos lo inicial: Deshuesamos el lomo, preparamos el relleno; preparamos el gratin de papas; hicimos el dip . Discutimos qué vino se serviría con el novio, que quedó encargado del sector bar. Williams sugirió un Ribera del Duero crianza para el cerdo, y de aperitivo, un cava español, festivo como la champaña pero sin el costo de ésta.
Día cero: Williams compró los calamares por su cuenta y luego nos reunimos donde Patricia, quien ya tenía organizada la mesa. Rellenamos el cerdo; limpiamos los calamares, preparamos la salsa de tomates y la ensalada. Batimos las cremas y limpiamos las fresas. Yo partí y Alonso se quedó en la cocina con la empleada de Patricia, ultimando detalles mientras ella se preparaba para recibir.
Cuando llegaron los invitados, todo estaba organizado: Williams había partido, por elección de Patricia (también puede quedarse, si lo deseas), y había dejado un cronograma para el salonero y a la muchacha mientras Patricia, fresca como un capullo de rosas, fue la anfitriona perfecta. Cero estrés.
¿El costo? Dependiendo del número de personas y la complejidad del menú, Williams cotiza individualmente, pero definitivamente sale más barato que un servicio de catering tradicional, además de que usted tiene la ventaja de que también aprende dos cosas: a preparar los platillos y a organizarse.