Cremoso, blanco, relleno de almendras o fresas. El chocolate no parece tener límites y su impacto sobre el paladar, aunque depende de cada quien, no puede negarse.
La gran mayoría de la población está acostumbrada a chocolates de barra y a la ocasional permisión de comprar una caja de chocolates rellenos. Más allá de las fronteras panameñas, la producción y uso del chocolate rebasa cualquiera imaginación.
Hay de todo. En el Reino Unido hay vallas publicitarias hechas de chocolate. Mientras que en París hay desfiles de moda celebrados en sitios cuya temperatura no puede bajar de los 16 grados celcius, pues la ropa de las modelos, confeccionada de chocolate, se derretiría.
Sus precios también son sorprendentes. Algunos pueden costar 500 dólares la libra como el Defalee, un chocolate cubierto con tiras de oro, y alcanzar los 2 mil 600 dólares la libra como La Madeleine, un chocolate de trufa.
Que algunos chocolates sean tan caros depende de la calidad del grano que se utilice –considerado por su fineza en aroma y sabor–, de los productos que se le agreguen (a veces oro y diamantes), así como del proceso que se emplee para su elaboración, explica José de León, dueño de la bombonería Sebastián.

