17 DE MARZO
El deterioro de la educación panameña se inicia con la transformación curricular impuesta por Víctor Cruz Urrutia en 1953. La conducta ciudadana se afecta al minimizar la enseñanza de la cívica y urbanidad.
La cívica es sinónimo de honestidad, entereza, responsabilidad, respeto, lealtad, amabilidad, cortesía, generosidad, amor y, además, sustenta el honor y la dignidad. El sentido de pertenencia, el patriotismo, el pensamiento crítico, el ser consecuente en el sentir y pensar con el hacer, el actuar sin dobleces ni complacencias, el rechazar toda actitud mercenaria encarnada en el lucro, son actitudes que se corresponden con una personalidad íntegra, con el ciudadano como arquetipo.
El despeñadero moral de la sociedad panameña es más evidente en la actualidad ante la carencia colectiva e individual de los valores éticos y cívicos. Los escándalos de corrupción de magistrados, diputados, ministros, empresarios y funcionarios sobrepasan todos los límites, vivimos en una sociedad amoral.
El caso más patético es el transfuguismo de los diputados, siempre se había dado, pero nunca como lo sucedido durante la administración de Ricardo Martinelli. El comprar conciencias se volvió un hábito y un negocio detestable, el derecho a robar se manifiesta públicamente, el caso de Carlos Tito Afú y los actos delictivos como los del Programa de Ayuda Nacional (PAN) solo son un detalle.
La Universidad de Panamá es el ejemplo de la mediocridad institucionalizada, el rector, nunca magnífico, Gustavo García de Paredes, manipula los votos a base de dádivas a docentes, dirigentes estudiantiles y administrativos para garantizar su reelección perpetua. Gustavo ha convertido la casa de Méndez Pereira en un supermercado.
Los estudiantes destruyen sus instalaciones escolares, los educadores son indiferentes ante el deterioro de los planteles, los ciudadanos depositan la basura en cualquier lugar, el juega vivo es la norma en la vida social.
La deforestación de los bosques y manglares, la minería irresponsable, la contaminación de los recursos hídricos, el ejercicio profesional sin la idoneidad requerida, el manejo desordenado, el feminicidio, la banalidad de las costumbres, el publicar noticias sin fundamento, los programas basura de la televisión, la pornografía en los medios, la proliferación de botellas en la burocracia estatal, el especular en los precios de los productos de primera necesidad y muchas otras situaciones deleznables son consecuencia de la falta de civismo en la comunidad panameña.
Panamá en su devenir tiene modelos de probidad, valentía, honor y entereza moral, hombres semilla, fundacionales que son ejemplos a seguir por la juventud, entre ellos: José Domingo Espinar y José María Alemán, héroes bolivarianos; Justo Arosemena, Buenaventura Correoso, León A. Soto, Victoriano Lorenzo, personalidades destacadas del siglo XIX; Gaspar Octavio Hernández, Amelia Denis de Icaza, Guillermo Andreve, Eusebio A. Morales, Carlos A. Mendoza, en los primeros años de la era republicana; Belisario Porras, el estadista que institucionalizó la entidad gubernamental y ejemplo de honestidad en el manejo del erario público; José Dolores Moscote, Manuel Roy, Octavio Méndez Pereira, educadores con visión de futuro; Rogelio Sinán, Gloria Guardia, Rosa María Britton, Samuel Gutiérrez, Alfredo Figueroa Navarro, Benjamín Boyd, Antonio González Revilla, Carlos Iván Zúñiga, Roberto Motta, Irving Hallman, Javier Riba, seres creativos que enriquecen el alma nacional. Y un Miguel Antonio Bernal que sabe decir no a la corrupción.
