Pero este médico de profesión no siempre plasmó la misma sobriedad en sus creaciones. Al principio, por allá por el año 1880, los relatos que Chéjov vendía a los periódicos eran de humor. Pero la vida se encargaría de enrumbar su estilo. A los 37 años se le diagnosticó una tuberculosis y ahí comenzó su conteo regresivo.
Sus cuentos reflejaron, de alguna forma, su concepción trágica de la vida.
Los Nueve cuentos sin final feliz son excepcionalmente magníficos. Hace cien años que Chéjov murió, pero solo en lo físico, porque sus historias son cada vez más actuales. Incluso comercialmente este autor rinde: este ejemplar de la colección Benteveo es del año 2002.
En el cuento titulado La condecoración queda en evidencia el afán del ser humano, que vive en sociedad, por aparentar lo que no es. En El beso , Chéjov nos recibe con una exquisita historia de corazón partido. Aquí encontramos la esperanza de un hombre que cree estar enamorado de una sensación, de un gesto apasionado anónimo.
En El mendigo vemos algo de la ambigüedad humana, la miseria y la bondad. Se podría ver como un canto feminista.
Una apuesta -que cierra el libro- es una declaración de amor a la literatura. El autor nos presenta a un personaje que encuentra en los libros una tabla de salvación. A través de la lectura este hombre conoció el mundo y esto lo hizo tomar una determinación: dejarlo todo.
La soledad de la erudición está en el relato I ván Matveich .
Todos los cuentos son de lectura placentera.
