Siegfried Eifrig, de 94 años de edad y uno de los relevistas que en 1936 llevaron la antorcha de los Juegos que inauguró Adolf Hitler, fue también, esta vez, uno de los protagonistas del recorrido del fuego olímpico a lo largo de 50 kilómetros por toda la ciudad.
El emocionado y casi centenario deportista abrió la ronda de relevistas, en la que participaron, entre otros, el boxeador Henry Maske y las patinadoras Claudia Pechstein y Katarina Witt, cada uno de ellos para un tramo de 400 metros.
Ya en el estadio, el alcalde de Berlín, el socialdemócrata Klaus Wowereit, recibió la llave simbólica del estadio, cuya inauguración oficial tendrá lugar el 31 de julio, con una gran fiesta ciudadana y espectáculo multicolor.
La llegada de la antorcha sirvió de anticipo de esas celebraciones y también para presentar la nueva fisonomía del viejo estadio.
El alcalde Wowereit recordó, al recibir la llave, el "abuso" cometido por los nazis en los Juegos de 1936 y mandó a Atenas un mensaje de enhorabuena y de deseo de unos "Juego Olímpicos en paz".
La llama llegó a la capital alemana procedente de Múnich, ciudad que hace 32 años vivió los Juegos más trágicos de la historia moderna, a raíz del secuestro de la delegación israelí por un comando palestino de la organización terrorista Septiembre Negro.
Lo que empezó con la irrupción en las villa olímpica del comando terrorista, que exigía la liberación de 200 árabes encarcelados en prisiones de Israel, acabó en baño de sangre con 17 muertos, al intentar fuerzas especiales alemanas la liberación de los rehenes.
Frente a los deseos de políticos y deportistas por liberarse de fantasmas del pasado, el periódico izquierdista Die Tageszeitung publicó ayer un amplio reportaje recordando que el largo recorrido de la Llama Olímpica hasta el estadio berlinés fue una idea nazi.
Asimismo, el rotativo trazó un paralelismo "virtual" entre las calles por las que ayer pasó la antorcha y la antigua fisonomía de la capital del Tercer Reich, que los nazis plagaron de monumentos y proyectos gigantes para glorificación de Hitler.
Menos concentrado en el pasado, el artista Ottmar Hoerl aprovechó la visita del fuego olímpico a Berlín para presentar su peculiar "regalo" a Atenas: mil 500 lechuzas de plástico, de 30 centímetros y en los cinco colores olímpicos.
Hoerl pretende colocar sus lechuzas, durante 18 días, sobre un solar de cuatro mil metros, cercano al estadio olímpico ateniense.
Tras los Juegos Olímpicos, las pondrá a la venta.

