En alguna parte del sur de Francia Lance Armstrong disfrutó ayer lunes, de un merecido descanso tras ganar por séptima vez el Tour de Francia, sin preocuparse de lo que hará en el futuro, porque ya lo tiene decidido.
Y no será precisamente ocuparse de la política, como desearía su admirador y fanático ciclista y amigo, el senador y ex candidato presidencial demócrata John Kerry.
Sólo minutos después de ganar por séptima vez una de las pruebas más difíciles del mundo, hazaña que nadie ha logrado y que difícilmente se repetirá, Armstrong dijo que sabe lo que hará en su retiro.
"Voy a dedicarme más a mi fundación y a mis hijos", dijo a la televisión estadounidense, mientras como música de fondo se escuchaba la melodía All I want to Do (Todo lo que quiero hacer) en la voz de su compañera, la cantante Sheryl Crow.
Eso fue una buena noticia para millones de enfermos de cáncer. Armstrong, que padeció de cáncer testicular hasta sólo dos años y medio antes de ganar su primer Tour, preside una fundación que ayuda a las personas que padecen del mal.
Más allá de la ayuda material el texano, que en septiembre cumplirá 34 años de edad, ya le ha devuelto la esperanza de vida a millones de enfermos en el mundo.
Por eso es que el presidente George W. Bush, al felicitarle, habló de orgullo. "Estados Unidos y el mundo están increíblemente orgullosos de usted. Es un gran triunfo del espíritu humano, y su victoria es un testimonio no solamente de su talento atlético, sino de su valor", dijo Bush.
En el plano estrictamente deportivo hay quienes creen que el Tour de Francia se dividirá en antes y después de Armstrong. Muchos de los grandes héroes deportivos volvieron después de su retiro. Ese fue el caso del gran Michael Jordan o de Muhammad Alí. Armstrong está seguro que no volverá. "No tengo razones para seguir. Es hora de nuevas caras, es tiempo de una nueva historia", dijo.
