Tomas Berdych dejó ayer escapar una ocasión de oro en la pista Central de Wimbledon, donde Rafa Nadal le impidió en la final emular a su compatriota Jan Kodes, el único checo que se proclamó vencedor en este Grand Slam hace 37 años.
Pese a haber claudicado ante el mejor Nadal en tres sets, en 2 horas y 13 minutos, Berdych escalará en el ranking mundial, donde pasará de la decimotercera a la octava posición.
El checo es un tenista más que correcto que siempre prometió y que de alguna manera nunca ha logrado despegar del todo. Ese sambenito siempre le ha acompañado aunque ayer pudo haberse convertido en el primer jugador de su nacionalidad en ganar Wimbledon desde que lo lograra Jan Kodes en 1973.
Ante el español Nadal, el de Valasske Mezirici estuvo más cerca que nunca de rozar ese reconocimiento que lograron hace varios cursos algunos de los tenistas de su generación.
Berdych protagonizó un torneazo en esta edición de Wimbledon, como observó su verdugo español. Venció al mismísimo Roger Federer, despachó a gusto al serbio Novak Djokovic y volvió a meterse entre el elitista grupo que conforman en el circuito los 10 primeros. Ya es número ocho, pero sigue sin ganar un grande.
Y es que a Berdych, hijo de un ingeniero ferrovial y una médico, le ha llevado tiempo, quizás demasiado, codearse con los más grandes del circuito.
Ahora Berdych se está codeando con lo mejor y da gran espectáculo.
