TOKIO, Japón (ANSA). El árbitro italiano Pierluigi Collina estará aislado, casi como un monje en un convento, durante las horas previas a la final del Mundial entre Alemania y Brasil.
El domingo se levantará a las 7:00 a.m. para llamar por teléfono y darle las buenas noches a su esposa, quien se encuentra en Bologna, y a las 9:30 a.m. comenzará con un entrenamiento liviano.
Los celulares y las visitas están prohibidas en el denominado "retiro-convento" de los árbitros del Mundial, ubicado en la Okura Akademia Park hotel, un punto de cemento en medio del campo y los bosques ubicado al nordeste de la Bahía de Tokio.
Pero Collina tiene permiso para poder conectarse casi todo su tiempo libre a Internet -donde tiene una página web personal- y estudiar los equipos que va a dirigir, según contó en conferencia de prensa.
Luego de almorzar, tendrá dos horas de reposo obligatorio y luego una sesión con el masajista, que lo preparará para el partido más importante de su carrera profesional.
Dentro y fuera de los muros del Okura Akademia Park, todo es silencio, más teniendo en cuenta que la mayoría de los árbitros que dirigieron el Mundial ya emprendieron el regreso a casa.
Junto a Collina se encuentran en el convento el inglés Philip Sharp y el sueco Leif Lindberg, que serán los jueces de línea, y el escocés Hugh Dallas, cuarto árbitro y un gran amigo del italiano, que por su calva ya famosa en los partidos internacionales recibe el apodo de Kojak.

