La confesión de Marion Jones, que puso un triste final a siete años de sospechas, ha obligado al mundo del atletismo a ensayar una nueva forma de combatir el dopaje, consistente en promover una refundación moral del deporte, atajando desde la base la propagación de la cultura del fraude.
Para el presidente de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF), el senegalés Lamine Diack, el caso Marion Jones, que confesó el 8 de octubre pasado haberse dopado para competir en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, constituye "un desastre" para el atletismo.
"Es un desastre para nosotros porque casi desde que empezó (Jones) a practicar el atletismo (antes era jugadora de baloncesto) ha estado permanentemente en la cima. Ahora lo que tenemos que hacer es seguir trabajando y especialmente en la educación de los atletas jóvenes", declaró Diack.
La IAAF acaba de aplicar la sanción reglamentaria de dos años a Marion Jones, ha anulado todos sus registros a partir del día en que, según ella misma, empezó a doparse (el 1 de septiembre de 2000), y le ha exigido, aunque sin esperanzas de conseguirlo, la devolución del millón de dólares que la velocista había amasado en premios desde aquella fecha.
