Tras haber firmado dos temporadas excepcionales, el serbio Novak Djokovic y el británico Andy Murray se darán cita hoy en la final del Masters 1.000 de París, el penúltimo torneo del año, que medirá a las dos mejores raquetas del momento.
Ambos están firmando un año en el que pulverizan sus propias marcas y, en ocasiones, récords que llevaban años inscritos en la historia del tenis.
Es el caso de Djokovic, que disputará su décimo cuarta final del año, una gesta que nadie había conseguido y que muestra que el serbio tiene regulado su tenis con precisión de relojero.
El argentino Guillermo Vilas había jugado 13 en 1977.
La precisión que le valió para batir a Wawrinka (6-3, 3-6 y 6-0), su verdugo en la final del pasado Roland Garros, el punto más negro de una temporada brillante para el serbio.
Cinco meses exactos después de haber caído en París, se tomó la revancha en un escenario diferente y en una superficie distinta y sumó así su triunfo 21 consecutivo.
Aunque en algún momento planeó el fantasma de aquella final, cuando el suizo elevó su nivel, jugó el tenis de ensueño que le había permitido apuntarse el Grand Slam de tierra batida, y le ganó un set a Djokovic, que no perdía ninguno desde la final del Abierto de Estados Unidos.
Se truncó así una racha de 29 mangas consecutivas, pero no el contador de hazañas de Djokovic, que hoy puede levantar su sexto Grand Slam del año -solo ha perdido dos de los que ha disputado- y firmar otra obra inédita en la historia del tenis.
Su final de temporada está siendo un prodigio de eficacia en el que nada queda de lado.
Si levanta su cuarto título de París, el tercero consecutivo, elevaría a 10 sus victorias este año, en el que su última derrota data de agosto pasado.
