Parece que Brett Favre es como cualquier otra persona: nunca olvidó su primer amor.
Poco después de que Favre y los Vikings de Minnesota desmantelaran 34-3 a Dallas, preparando el terreno para un enfrentamiento definitivo con los Saints en Nueva Orleans por el campeonato de la Conferencia Nacional, el quarterback de 40 años recordó una conversación que tuvo con el entrenador Sean Payton de los Saints hace algún tiempo.
“Le dije que en secreto soy un aficionado de los Saints”, señaló el mariscal de campo.
Durante años en su niñez en el sureste de Mississippi, Favre nunca sintió la necesidad de ocultar su devoción a Archie Manning y el resto de esos simpáticos perdedores, incluso mientras muchos en la región de la costa del golfo de México ocultaban su cabeza con bolsas de papel del supermercado para evitar el ridículo de ser vistos en los partidos de los Saints.
“En todos esos años nunca me puse una bolsa en la cabeza, pero recuerdo esos días”, dijo Favre.
Nueva Orleans puede no haber sido un lugar al que Favre llame hogar. Pero en lo que respecta a las ciudades sede de equipos de la NFL, es una de las que él podría considerar así.
El quarterback creció en Kiln, Misisipi, a una hora en automóvil de Nueva Orleans, y jugó en el fútbol estadounidense universitario en Southern Mississippi en Hattiesburg, a tan solo dos horas de Bourbon Street.
“Hay un sentimiento”, aceptó Favre.

