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DEPORTES

Fe y pasión por el fútbol

Fe y pasión por el fútbol
Fe y pasión por el fútbol

Dicen que no es conveniente mezclar pasiones, menos si se trata del rey de los deportes y el credo religioso seguido por mil 285 millones de habitantes.

La excepción ocurrió en la tarde de ayer durante la Copa de la Jornada Mundial de Juventud. Participaron 64 equipos, 48 de ellos integrados por hombres y los 16 restantes por mujeres. El torneo se disputa en cada encuentro juvenil de la Iglesia católica bajo la máxima de su santidad, el papa Francisco: “Jóvenes: ustedes son los atletas de Cristo”.

En cumplimiento de este axioma, casi como un mandamiento, corrieron ayer detrás de un balón 512 futbolistas, mujeres y hombres, como antesala de la llegada del papa a Panamá.

Los equipos se citaron a las 2:30 p.m. en tres campos sintéticos de Costa del Este. Si bien es cierto nada material estuvo en juego, y el premio único era el de fair play, según Jorge Alberto Arguindegui —director de la Asociación de Amistad Argentino–Panameña, oenegé organizadora del torneo—, se vieron dientes apretados y goles cantados con frenesí mundialista.

“Los jóvenes vienen a competir sobre el valor de la confraternidad”, apuntó Arguindegui. Prueba del grado de confraternidad se palpó en las rondas eliminatorias. La formación de los equipos se hizo sin tener en cuenta las nacionalidades. Un combinado cualquiera podía tener integrantes de países de América, Europa y África. Y pese a la distancia del idioma o de la raza, eran los pases y los cánticos en las graderías los encargados de unir a los fanáticos .

Corría el balón y en las gradas se escucharon coros universales como el himno de los franceses, La Marsellesa. O una canción mexicana que bien puede ser su entonación patria, Canta y no llores. No faltaron las cumbias catrachas y los temas de tropipop colombiano. Menos aún las entonaciones secas en la voz de intérpretes polacos y alemanes.

Muestra de la competitividad alcanzada en el torneo se apreció con la hermana Vanessa Menezes. Nació en Sao Paulo, pero trabaja con ancianos de Ramiriquí, un pueblito helado de Boyacá, departamento central de Colombia. Ella pertenece a las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús Agonizante.

El rostro de esta monja se perlaba con el sudor mientras esperaba en la gradería el llamado del árbitro para jugar una de las dos semifinales. Lucía radiante. “El fútbol nos ayuda a trabajar en equipo. Es la alegría de vivir en comunidad. Y la fe es compartir todo: el pan, el evangelio, la alegría”, comentó.

Vanessa suma dos encuentros mundiales de la juventud. El primero en Roma 2000. Allí, recuerda, pudo mirar a los ojos a Juan Pablo II. El segundo, en Panamá.

En su equipo estaba otra monja, otra hermana en la fe. Nació en México y se llama Lesly Sarai Jiménez y pertenece a la orden de los Siervos de Jesús Sacramentado. Trabaja en un colegio de Chile, y la de Panamá es su primera Jornada Mundial de la Juventud. Dice que si Jesús hubiera jugado al fútbol, sería el capitán que guía a su equipo.

El equipo del argentino Franco Venezias quedó eliminado en el segundo encuentro de un torneo que se juega por eliminación directa hasta la final. Le tuvo sin cuidado la descalificación, porque sus otras dos pasiones, la fe en Cristo y la guitarra, le permitieron sobrellevar feliz la derrota con canciones de Chichi Peralta y baladas. “El fútbol nos hermana”, aseguró el músico y profesor religioso que pertenece a la Acción Católica de María (Corama).

El mexicano Alan Barrera estaba reacio a venir a la JMJ panameña. Su novia lo convenció. Mexicano por donde se lo mire, llevaba una bandera que no dudaba en estirar cada tanto. Es técnico en mercadeo y dijo que después de haber jugado tantos partidos en las canchas y fuera de ellas, “el fútbol es una forma de comunicarnos en comunidad”. En su equipo había brasileños, portugueses, estadounidenses y costarricenses.

El italiano Carlo Enzato se despidió de la cancha comparando la actual JMJ con la de Cracovia 2016. En su lenguaje musical, sostuvo: “En Polonia son amables; acá, muy alegres”.

Jorge Alberto Arguindegui recordó el “amor del papa por el fútbol”. Su santidad es hincha de San Lorenzo de Almagro. Y el rabino Gustavo Kraselnik argumentó que “no solo la comunidad judía, sino que también las otras tradiciones religiosas han aportado desde su lugar” a la JMJ, porque “deseamos que este encuentro sea exitoso”.

El de ayer, por lo menos, fue el encuentro de dos pasiones: la fe y el balón.


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