México sacó provecho que tuvo un jugador de más durante casi 55 minutos para vencer ayer, sábado, 3-1 a Uruguay y atrapar así el tercer lugar de la Copa América.
Sebastián Abreu puso en ventaja a Uruguay a los 22 minutos e igualó Cuauhtémoc Blanco, de penal, a los 38. Omar Bravo a los 68 y Andrés Guardado a los 76 le dieron el triunfo al Tri.
La falta que derivó en el penal de Blanco la cometió el capitán uruguayo Diego Lugano, quien a raíz de esa acción fue expulsado.
En semifinales, Uruguay cayó 5-4 en los penales ante Brasil (2-2 el tiempo reglamentario), mientras que México perdió 3-0 con Argentina. La final se jugará entre Argentina y Brasil, hoy domingo en Maracaibo.
Dentro de un primer tiempo bastante dinámico y entretenido, Uruguay fue apenas superior ante un México que al principio arriesgó poco y que levantó sobre el final.
La primera advertencia uruguaya fue un disparo de Abreu apenas desviado, tras recibir de Jorge Fucile.
Pasado el cuarto de hora y con México saliendo del acoso uruguayo, Bravo se metió como saeta al área y se cayó ante el cruce de Lugano cuando parecía un penal que el árbitro ecuatoriano Mauricio Reinoso interpretó que no fue tal.
Con la pelota yendo y viniendo, el sonido del gol llegó con un centro desde la izquierda de Maximiliano Pereira que Abreu cabeceó a la red, con un impecable salto y ante el arquero Guillermo Ochoa atornillado en el piso.
Entonces, México levantó sus velas y fue a buscar el empate, que llegó con un penal ejecutado por Blanco fuerte y a la izquierda del arquero Fabián Carini.
Sin arredrarse por estar con uno menos, Uruguay mantuvo su vocación de ataque y tuvo dos ocasiones para desnivelar con sendos cabezazos de Andrés Scotti, lanzado desde el fondo de la defensa: el primero se lo atajó Ochoa y el otro se fue apenas desviado.
Por ser un partido sin demasiado compromiso, fue evidente que las obsesiones tácticas quedaron de lado y eso se evidenció en que se jugó abierto y casi sin marcas personales, aunque al mexicano Nery Castillo los defensores le hicieron sentir el rigor en sus tobillos.
De repente, y cuando los ánimos de las tribunas se habían sosegado y con México por entonces dominando, llegó el segundo con un derechazo de Bravo, para entusiasmo de centenares de mexicanos que acompañaron el gol con sus gargantas.

