Muhammad Ali, una de las mayores leyendas vivas del deporte mundial, cumple hoy 65 años, pero esa cifra redonda apenas sacará al ex boxeador de su pacífica rutina diaria para una celebración modesta junto con su esposa y amigos íntimos en su casa en Phoenix, Estados Unidos.
No habrá recepción, ni gala de televisión ni pose de boxeo ante fotógrafos y cámaras. Y eso que millones de admiradores en el mundo entero gustarían de festejar con él.
Pero más de 25 años de boxeo, con innumerables golpes en la cabeza, dejaron huella, y desde 1982, Muhammad Ali sufre el mal de Parkinson.
Los movimientos del hombre nacido el 17 de enero de 1942 en Louisville son temblorosos, la voz casi ininteligible y baja.
La actual situación es especialmente dolorosa para sus admiradores, porque en el ring de boxeo siempre levantó la voz, lo que le valió el apodo de ‘bocazas’. "Yo sacudí el mundo, soy el más grande", gritó en el micrófono en 1964 tras ganar a los 22 años su primer título mundial contra Sonny Liston.
Ese espectáculo lo copió el púgil de 1.92 metros de altura de un luchador que con ello causó gran revuelo en la prensa y el público.
Sin embargo las actuaciones de Cassius Clay no surtieron en principio el efecto deseado, pues a la prensa especializada no le agradaba ese novel y arrogante boxeador en la escena de los pesos pesados.
"Esta tarde se le atragantarán las fanfarronerías al bocazas de Louisville. Ese presuntuoso Clay va con un pequeño handicap a la pelea, porque no sabe boxear tan bien como habla", escribió Arthur Daley en The New York Times antes de la pelea contra Liston.
No obstante, Clay festejó tras seis asaltos, y a continuación se desprendió de su ‘nombre de esclavo’, como lo llamaba él mismo, abrazó el islamismo y pasó a llamarse Muhammad Ali.
Con su manera de boxear, Ali revolucionó su deporte. Con los brazos sueltos colgando al costado, sin guardia alguna, provocaba a los rivales. Pero las piernas eran tan rápidas como los puños. Era un boxeador como muy pocos.

