En algunos deportes el éxito se basa en el buen funcionamiento del trabajo en equipo, donde hay muchos héroes anónimos que por la naturaleza de lo que hacen, su labor pasa desapercibida.
Ese el caso de los herradores en la hípica. Son los encargados de proporcionarle la estabilidad para que el ejemplar no tenga problemas al momento de correr en la pista del hipódromo Presidente Remón.
En el lenguaje hípico se les llama herreros, pero el termino correcto es herrador, cuya definición es el encargado de herrar las caballerías.
Alexis Vásquez dice que nació para colocar las herraduras de los caballos, se califica como un esclavo de esto, que casi no tiene vida propia, pero que lo hace con pasión.
Este herrador engaña a cualquiera porque su experiencia de 16 años en la actividad, parece que fuera mayor y su forma de hablar es igual a la de un señor canoso y a poco de jubilarse.
Tiene 34 años de edad y precisa que su misión consiste en asegurar que los ejemplares tengan el aplomo adecuado para ir a competir.
“Si está mal aplomado vienen los problemas de rodilla, tendones. Hay que ver cómo está el caballo, cómo se puede corregir lo más que se pueda”, aseguró Vásquez en medio de su labor cotidiana.
Vásquez sostiene que es capaz de herrar 10 ejemplares al día, pero que lo ideal, para que el trabajo quede bien hecho son seis. Su promedio es de 140 al mes.
Pero confiesa que este camino no ha sido algo fácil, a pesar de que tenía a alguien muy cercano a él con un nombre ya hecho en este deporte en el óvalo juandieño.
“Aprendí a los 18 años, vine a ayudar a mi papá Carmelo Vásquez. Él también es herrero (herrador) en el hipódromo y viéndolo me gustó la profesión”, recordó Alexis tras hacer una pausa en su faena en el establo del preparador Rafael Fernández.
“Cuando comencé lo principal era que no le tenía miedo a los caballos. Lo hice de abajo, quitando las herraduras. Después poco a poco fui colocándolas y también a recortar los cascos”.
Expresó que el trabajo con las herraduras es más fácil que el recortar, porque ahí sí hay que ser muy cuidadosos y precisos para evitar problemas.
“Para recortar un casco hay que tener experiencia, porque eso es como las uñas de las personas, que cuando se recortan demasiado, llegan a un punto que molesta y se puede mancar al caballo”.
“Pero realmente al principio fue muy difícil conseguir trabajo. Tuve que empezar con los ponis, y con quienes me llamaran por ahí. Ya que mi físico no reflejaba el de una persona mayor y con canas. Eso al principio me causó muchos problemas, pero con el tiempo fui demostrando y me ha ido muy bien en los últimos años. Ahora pareciera que lo cuento fácil, pero no lo fue”, enfatizó.
Pero llegar al nivel donde está le ha representado mucho sacrificio, pero que lo hace con gusto.
“Exactamente soy un esclavo de mi pasión. Es un trabajo exigente porque tienes que cumplir con mucha gente. Terminas en un establo y tienes que ir para otro, cuando vienes a ver se te fue el día”.
“Trabajo de lunes a sábado y descanso los domingos. Pero a veces cuando amerita me llaman los domingos para un clásico, porque el día antes el caballo pudo haber pateado algo y hay que arreglarlo”, indicó.
“Lo que ocurre es que si un caballo es favorito y va para un clásico sin una buena herradura, la responsabilidad es mía, del segunda (ayudante) y la que tiene el preparador con el dueño que invirtió su dinero. Tengo que venir, ya mi familia está acostumbrada”.
