El secreto del vestuario, los viajes lejos del entorno familiar y la estrecha convivencia en las concentraciones pueden crear un caldo de cultivo que fomente las situaciones de acoso y abuso sexual en el deporte, un problema tabú que rara vez se denuncia, pero tan extendido que ha llevado al Comité Olímpico Internacional (COI) a levantar una voz de alarma.
Enfermedades psicosomáticas, ansiedad, depresión y abuso de medicamentos son algunas de las consecuencias que padecen las víctimas, que en casos extremos pueden llegar a la autolesión o al suicidio. El abandono de la práctica deportiva es otro efecto indeseable causado por el acosador.
El COI, siguiendo una recomendación de su Comisión Médica, ha aprobado una declaración de consenso en la que conmina a las organizaciones deportivas a desarrollar políticas de prevención, a evaluar el impacto de esas prácticas abusivas e incluso a fomentar los soplos de terceras personas que saquen los casos a la luz.
"Ningún deporte es inmune a estos problemas que ocurren en todos los niveles de competición", asegura el COI.
Testimonio
Una de las pocas deportistas de fama mundial que se atrevió a hablar abiertamente del acoso, aunque décadas después de padecerlo, fue la gimnasta rusa Olga Korbut, ganadora de seis medallas olímpicas entre 1972 y 1976.
Korbut reveló en 1999 que había sido una esclava sexual de su entrenador Renald Knysh, quien convertía a sus pupilas, además de en excelentes gimnastas, en doncellas para su servicio personal.
El COI
El presidente de la Comisión Médica del COI, el sueco Arne Ljungqvist, explicó que los miembros del entorno del atleta que están en una posición de poder y autoridad son los principales autores de acoso y abuso. Y los hombres son denunciados más a menudo que las mujeres, añade.
La investigación respaldada por el organismo señala que los vestuarios, los viajes, el coche o la casa del entrenador y los actos sociales en los que se consume alcohol son lugares o situaciones de riesgo.
En cambio, el tipo de deporte o el que se practique con más o menos ropa no tienen incidencia alguna.
El problema está latente, insiste. En 2000, tras los Juegos Olímpicos de Sydney, el COI y los organizadores elaboraron un informe sobre los imprevistos a los que habían tenido que hacer frente durante la cita, y el acoso sexual de los deportistas al personal laboral de la Villa estaba entre ellos.

