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TOCO Y ME VOY

Las lecciones del Mundial

La Copa del Mundo es una fiesta de aprendizajes.

No solo es un mes en el que el fútbol te entra por todos lados y te germina, te florece en cada poro que encuentre nicho.

El Mundial, como tal, es un evento político, económico, y, sobre todo, social.

Es la vida misma extrapolada a 90 minutos -120 si eres Croacia- de un balón que rueda sobre un césped perfecto y hay 20 tipos corriendo de un lado para el otro intentando batir a los otros dos que están bajo un arco. Es esa la primera lección, la simpleza.

Croacia, por ejemplo. Tiene un fútbol sencillo, sin firuletes ni estrategias traídas de los cabellos, sin falso 9, sin volantes que en realidad son laterales, sin arquero de precisión milimétrica para despejar un balón. Son un portero, cuatro defensas, cuatro mediocampistas y dos delanteros -uno más atrasado que el otro-. Y ya. Y están en semifinales. Es el éxito de lo simple, de lo sencillo.

El fútbol también es integración y tolerancia. Ahí está Bélgica, por ejemplo. Juegan con una contra perfecta que se basa en tres jugadores. De Bruyne, Hazard y Lukaku. El primero tiene ascendencia de la parte holandesa de Bélgica, el segundo de la francesa y el tercero es de origen congoleño. Y el juego de los tres sacó a Brasil del Mundial.

Podemos también mirar hacia Francia, un país en el que la migración de africanos es un tema eterno y, sin embargo, la selección casi entera tiene orígenes del continente negro. Y ambos equipos llegaron a las semifinales.

El fútbol es entrega. O cómo se explica uno que Rusia, un equipo con talento bastante modesto, haya llegado hasta cuartos de final dejando a España en el camino. Los jugadores rusos dejaron la vida entera en esa cancha.

Durante este Mundial también aprendí la importancia de ceñirse a lo que sale bien.

Ahí está Inglaterra, que ha basado su juego en los centros. Saben que son buenos en ello, y afilaron su estrategia para ganar casi siempre en las pelotas detenidas. Si no ganan el cabezazo, al menos sacan un penal.

Pero así como llegó se fue. Ya pasaron las cuatro semanas desde que comenzó la fiesta con aquel Rusia contra Arabia Saudita.

Toca entonces esperar otros cuatro años más. Una espera larga, más si el lector, al igual que quien escribe, logró ver casi todos los partidos -no vi Australia contra Dinamarca ni Suiza contra Serbia- de esta copa.

Me queda el consuelo de las ligas. Pero no es lo mismo. Ni cerca.

El autor es periodista.


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