Entre los factores inflacionarios que más nos afectan en estos momentos podemos mencionar el incremento en los costos de producción y el crecimiento económico.
Los costos de producción pueden afectar directa o indirectamente los precios de los bienes finales. Cuando la oferta de un insumo es restringida, ello contribuye a encarecer los precios, por razones estructurales del mercado.
Por ejemplo, tal como ocurre con el aumento de los hidrocarburos, que afecta de forma directa o indirecta los precios de los bienes finales, al encarecer la generación de energía eléctrica, ésta a su vez encarece los costos de producción de las empresas que hacen dichos bienes. Y esto da lugar a los llamados procesos inflacionarios en espiral (efecto telaraña) y que provocan "histéresis" (traslado intertemporal de las tasas de paro o desempleo) en el mercado laboral.
Agroinflación
Otro ejemplo es el de algunos productos agrícolas y pecuarios, como la carne y el arroz, que por las restricciones en la oferta se ha dado un incremento en el precio al consumidor.
Respecto a la carne, la reducción del hato ganadero ante presiones de las exportaciones ha reducido la oferta local, lo cual implica que se hace necesario aumentar su número para estabilizar la oferta y los precios. Con relación a la leche, las empresas procesadoras locales han tenido que comprar su materia prima más cara, ante una marcada escasez en el mercado internacional.
Y en cuanto al arroz, el inicio de un mal año agrícola limitó la capacidad de acumular inventarios que garanticen el correcto abastecimiento en el período más crítico del ciclo, con la salida de la nueva cosecha a inicios del tercer trimestre. Y se ha presentado una especulación en los precios, ante la restricción de la oferta.
Esta situación obliga a mejorar los niveles de rendimiento, tanto en cosecha como en molinería, como un factor clave que incidiría en la estabilidad de los precios en los segmentos intermedios del canal de comercialización.
Crecimiento económico
En la medida que la economía experimenta un crecimiento del producto interno bruto congruente con una reducción del desempleo, la demanda agregada se expande y esa situación, a corto plazo, puede impulsar el alza de precios, dada la mayor capacidad de consumo de la población.
De acuerdo con las últimas cifras de la Contraloría, la tasa de inflación del índice de precios al consumidor (IPC) experimentó un incremento del 2.7% entre abril de 2006 y 2007. La tasa de crecimiento de la economía en 2006, respecto a 2005, fue de 8.1%. Y la tasa de desempleo total se ubicó en 8.6%, según la Encuesta de Hogares de agosto de 2006.
Esto marca un hito histórico, pues desde mediados de los 80, la tasa de desempleo (paro) había evolucionado por encima de los dos dígitos y ahora lentamente tiende a converger hacia la tasa de paro natural, que para Panamá ha sido estimada en 5.6% .
No obstante, los mecanismos de política macroeconómica resultan limitados para estabilizar los precios, toda vez que la inflación en estos casos no tiene orígenes monetarios, sino que responde a factores estructurales del mercado, que afectan costos de producción.
Por consiguiente, la mejor manera de atacar una inflación de costos es aumentando la productividad y la competitividad, y de esta manera también mantener el poder adquisitivo de los salarios.
A la luz de estos índices macroeconómicos, se deduce que la demanda agregada sigue creciendo en Panamá, indicando que crecimiento e inflación son indicadores que van de la mano en una economía de mercado pujante.
más productividad
Según las estadísticas de la Superintendencia de Bancos, el crédito al consumo creció 15% el año pasado.
Este elemento contribuye a sustentar y reafirmar los argumentos esbozados, sobre la presión inflacionaria que esta variable (consumo) ejerce en los desplazamientos de la demanda agregada y de la cual son parte la inversión y el gasto público.
Para que la oferta agregada acompañe los desplazamientos de la demanda agregada y esto neutralice o debilite las tendencias inflacionarias, también es determinante aumentar la producción y la productividad.
Las restricciones en la producción de algunos bienes no se deben a fallos de la política de competencia, sino a problemas estructurales de dichos mercados, caracterizados ya sea por elementos endógenos o exógenos que afectan su desempeño. En el caso de las materias primas adquiridas en el mercado internacional, no existen mecanismos para influir en los precios de dichos productos, como la leche o los hidrocarburos, ni mucho menos para corregir imperfecciones ocurridas en esos mercados por políticas ajenas a nuestro entorno.
El autor es economista y catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad de Panamá.

