Me enamoré perdidamente de Rhett Butler, no cuando al final le dice a Scarlett, Frankly, my dear, I don't give a damn, sino antes, cuando se encuentra con Scarlett en la calle y le pregunta qué está haciendo, y ella -que va por el segundo marido- le contesta que montando un almacén. El le sugiere, por nombre, Caveat Emptorium, juego de palabras entre emporium (una tienda grande y elegante) y la frase en latín caveat emptor, que es una advertencia al comprador muy usada por los angloparlantes, quienes lo traducen como buyer beware. En realidad, mi admiración se la merecía Margaret Mitchell, la autora, quien, por supuesto, creó a todos los personajes larger than life (más grandes que la vida real) que pueblan su famosa novela -el best-seller o libro mejor vendido de todos los tiempos en Estados Unidos- y que demuestra, contundentemente, que ars longa, vita brevis o sea que el arte es duradero mientras que la vida es breve. Ella me demostró que el latín no es necesariamente tedioso y ergo (por tanto), odioso.
Entre otras expresiones que le hubieran gustado a Scarlett, de haber sido dotada por su creadora de la capacidad académica necesaria, está in bonis defuncti o 'entre los bienes del difunto', ya que sabemos que en el caso de su segundo marido, se lo 'robó' a su hermana por motivos puramente económicos -nada soroptimista, la señora- y que el pobre gave up the ghost al poco tiempo, o sea que entregó el espíritu al creador. La deslucida hermana vivió toda su vida recelosa de Scarlett: ojalá hubiera sabido que par in parem imperium non habet o sea que una persona en igualdad no tiene dominio sobre otra igual a ella; se le hubiera hecho la vida mucho más fácil. Obviamente, Scarlett jamás entendió aquello de que nemo est supra leges o que nadie está por encima de la ley, como tampoco entendió los quid pro quo o consideraciones mutuas que la sociedad antebellum (de antes de la guerra civil de Estados Unidos) imponía al matrimonio.
De todas formas, el magnus opus o magna obra de la Mitchell es, citando al poeta Virgilio, mirabile dictu o maravilloso de contar; nos presenta un claro retrato del statu quo de la época, con un estilo que ad captandum vulgus (atrae al vulgo) mientras trasciende lo vulgar. En mi opinión, una de sus virtudes es que Mitchell no transa por un feliz desenlace: Scarlett comprende, demasiado tarde, que su infatuación por Ashley no es más que eso. Mientras tanto, Rhett la deja, demostrando que al final del día no es cierto que omnia vincit amor porque aquí el amor no lo vence todo. Pero el mensaje final es que la fortuna favorece a los valientes, o como diría Ovidio, fortes fortuna juvat.
Nota: Originalmente, está reseña se publicó el 18 de abril de 2000. Hoy la publico a petición de lectores con quienes sostuve amenísima discusión hace unos días.
