China empieza a mostrar síntomas de una incipiente transformación en su estructura económica y, ante la debilidad de la industria manufacturera que la ha convertido en la fábrica del mundo, encomienda su crecimiento a los servicios.
Los datos del producto interior bruto (PIB) publicados esta semana mostraron que el sector terciario chino aceleró su ritmo de expansión hasta un 8.6% interanual, mientras que el conjunto de la economía siguió ralentizándose para crecer un 6.9%, su registro trimestral más bajo desde 2009.
Y ese crecimiento se alcanzó a pesar de la crisis bursátil que sacudió los mercados internacionales este verano y que despertó la preocupación ante un posible trasvase de las caídas de los parqués hacia la economía real, un extremo que, a tenor de las cifras oficiales, no ha llegado a suceder.
“Los componentes del PIB, junto con varios indicadores de actividad de septiembre, sugieren que la economía de China está en un proceso de reequilibrio hacia el consumo y el sector servicios que va a un ritmo más rápido del que imaginábamos”, escribieron los economistas en China del banco BBVA en un comentario.
