En el mercado aparece el agua embotellada como alternativa de consumo, como pretexto de que la de los grifos está llena de impurezas.
Anteriormente, los fabricantes no estaban obligados a decir de dónde sacaban el agua que embotellaban.
La fuente podría haber sido cualquiera, hasta las cloacas, pero ahora se les exige informar sobre su procedencia y cumplir con altos estándares de calidad que deben ser informados en sus etiquetas.
De todas las aguas embotelladas que se venden en los supermercados una de las mejores es el agua destilada, purificada, desmineralizada, desionizada o de ósmosis inversa. Tiene un sabor diferente y limpio porque los contaminantes, los sólidos y el cloro son reducidos significativamente durante el proceso de destilación.
Hay otras, como el agua de manantial natural que mana de la superficie de la tierra, pero el nombre no dice nada y hay que tener cuidado; por otro lado, el agua mineral se obtiene del subsuelo y contiene gran cantidad de calcio, hierro y sodio que se pueden cristalizar en nuestro cuerpo produciendo obstrucción en las paredes de las arterias.
El agua de pozo, que es extraída de una fuente de formación entre rocas, tiene poca garantía de que sea limpia.
Consumir agua de una manera frecuente y espaciada ayuda a mejorar los procesos de nuestro cuerpo, como la circulación, la regeneración celular es más rápida y calma la sed.