Quizás muchos productores agrícolas en Bocas del Toro y Colón ignoran que sus fincas están vertiendo anualmente más de 2 mil 800 toneladas de plaguicidas a las zonas costeras del Caribe.
Tan solo las fincas bananeras que operan en el Atlántico son responsables de vertir más del 70% de los plaguicidas que contaminan las zonas marinocosteras , según un estudio desarrollado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Las actividades agrícolas consumen el 90% de los plaguicidas que son importados al país y que ya sobrepasan las 44 mil toneladas anuales.
La demanda de agroquímicos en Panamá no se detiene y esa tendencia es normal porque el 50% de la población de este país está vinculada a la agricultura, señala el estudio.
El Gobierno está preparando una nueva normativa que servirá como "receta" al momento de aplicar cualquier clase de plaguicida u otro producto químico en el agro, dijo Ariel Espino, director de Sanidad Vegetal del Ministerio de Desarrollo.
La estrategia gubernamental está enfocada en mejorar la calidad de los productos que entran al mercado y aumentar los controles al momento de su aplicación.
Contaminación y agro
Al parecer, los pequeños agricultores usualmente no colectan muestras antes de cultivar ni hacen análisis de suelo y de los tejidos de las plantas para conocer su estado nutricional, advierte el estudio.
Productos como la zanahoria tiene poco contacto con los plaguicidas. En cambio, el apio es uno de los cultivos que mayor número de aplicaciones necesita.
Otros cultivos, como el banano, la caña de azúcar y el arroz, también necesitan varias aplicaciones semanales.
La deforestación y la erosión de los suelos en las zonas de producción han facilitado que los residuos de los agroquímicos puedan llegar a los afluentes de los ríos y quebradas, para luego desembocar en los más de 3 mil kilómetros de costas que tiene Panamá.
Los golpes enseñan
Hace apenas unos años, aviones de fumigación rociaban sin control toda clase de químicos sobre las plantaciones de banano en Puerto Armuelles, sin importar que estuvieran los trabajadores faenando o que esos productos cayeran directo sobre las fuentes de agua del lugar.
"Era una desastre y muchas personas se enfermaron", comenta el dirigente sindical Salustiano De Gracia. "Estaban contaminando nuestros propios ríos y costas".
A pesar de la crisis financiera que vive la cooperativa que asumió el control de las fincas bananeras, han implementado represas que evitan que los residuos de los fertilizantes y plaguicidas caigan directamente sobre los ríos que bordean y atraviesan los cultivos.
También se han incrementado los monitoreos de las aguas y cada vez que realizan una fumigación se deben emitir reportes sobre las cantidades y clase de producto que se está aplicando. "Debemos lograr que la aplicación de cualquier agroquímico sea lo menos contaminante al ambiente y eso no es fácil", admite Espino.
