Sin aguja y sin dedal. En 1990, la industria textil en Panamá empleaba a más de 30 mil trabajadores, en su mayoría mujeres; mientras que ahora apenas unos 10 mil están incorporados a esta actividad, debido a la falta de incentivos y a la invasión de ropa procedente de los países asiáticos.
“En Panamá tenemos que importar toda la materia prima, sin ninguna ventaja, pues no somos fabricantes de telas, hilos, botones, ni siquiera de zíper”, indicó el maestro sastre Augusto Corro, uno de los pocos que todavía se mantiene en esta industria.
Empresas como Jordache, Ludigrama y Van Heusen, entre otras, hoy son parte de la historia textil del país, quedando apenas unas ocho, entre ellas Govil, Creaciones Corro, Distribuidora del Pacífico, Confecciones Comodoro, Dicar y Marggie.
Víctor Urriola, quien trabajó por más de 10 años en una fábrica de ropa, indica que antes al panameño le gustaba exhibir ropa hecha localmente y, para ello, acudía tanto a las fábricas como a los sastres a confeccionarse sus vestidos, pero ahora la situación ha cambiado. “Ahora es más fácil comprar una camisa o un pantalón hasta en menos de un dólar, aunque la calidad sea inferior”, afirmó.VEA 48A

