La crisis ha llegado oficialmente a Japón. El Gobierno anunció ayer una contracción de la economía del 2.4% entre abril y junio a causa de una caída del consumo y un frenazo en las exportaciones.
Ambos apartados son los principales motores de la economía japonesa, pero sobre todo el consumo, que supone un 55% del Producto Interior Bruto (PIB) nipón, por lo que el diagnóstico es sencillo: Japón se resiente de la inusual inflación y del encarecimiento del yen.
La crisis mundial desencadenada por las hipotecas subprime de Estados Unidos (EU) parecía haber respetado a Japón hasta ahora, pero el dato del PIB parece haber colocado a la segunda economía mundial en plena crisis.
En términos nominales, que no están ajustados a los cambios de los precios, la economía japonesa produjo entre abril y junio 0.7% de bienes y servicios menos que en los tres primeros meses del año.
Si a finales de 2007 el crecimiento del PIB nipón alcanzaba el 3.5%, desde comienzos de este año el crecimiento de Japón ha ido decayendo y ahora se comienza a hablar abiertamente de recesión.
A esto se suma el último dato del Índice de Precios de Consumo, que en junio se elevó 1.9%.
El incremento sin precedentes de los precios del petróleo ha estimulado un aumento inusual de la inflación, al que unos consumidores con los salarios congelados han respondido rebajando su volumen de compras.
La crisis de Estados Unidos ha provocado una interrupción en las compras de productos japoneses en uno de los principales mercados para el sector exportador.
Las ventas en el extranjero entre abril y junio decrecieron 2.3%, la primera caída en más de tres años, que afectó sectores importantes para la economía japonesa, como el de la automoción y productos de acero.
El Gobierno no ha saltado las alarmas, a pesar del ominoso dato conocido, ya que el ministro de Política Económica Kaoru Yosano afirma que el crecimiento negativo puede ser un fenómeno temporal.

