La amenaza del presidente Donald Trump de cobrar impuestos a los autos fabricados en México que se venden en Estados Unidos podría revolucionar la industria automotriz y plantea numerosos dilemas, según analistas: Se aumentan los precios o se absorben los costos; se deja de vender autos fabricados en México y se pierden muchos clientes; se trasladan las operaciones a Estados Unidos y se gana menos dinero.
“No creo que sea un golpe mortal para la industria automotriz, pero será algo muy duro. Tendrá un enorme impacto en las ganancias”, expresó Marina Whitman, profesora de negocios de la Universidad de Michigan y exvicepresidenta de General Motors.
Trump desayunó ayer con los máximos ejecutivos de General Motors, Ford Motors y Fiat Chrysler Automobiles.
Antes del encuentro, publicó un tuit en el que le pidió a las casas automotrices que abran nuevas fábricas en Estados Unidos. “Quiero plantas nuevas que construyan autos a ser vendidos aquí”, expresó. Previamente había hablado de un “impuesto sustancial” a las empresas que se vayan del país y de dar ventajas impositivas a las que produzcan aquí para consumo interno.
Los fabricantes expresaron optimismo tras el encuentro. “La industria se siente entusiasmada ante la perspectiva de trabajar con el presidente y su gobierno en las políticas impositivas, regulación y comercio para promover un renacer de la industria estadounidense”, declaró el director ejecutivo de Ford Mark Fields después de la reunión.
Pero después de cerrar 13 plantas de ensamblaje durante la reciente recesión para hacer frente a un exceso de la capacidad de producción, las firmas de Detroit no se sienten demasiado alentadas a abrir nuevas plantas, especialmente en vista de que la venta de vehículos está empezando a ceder tras alcanzar nuevos picos.

