WASHINGTON, Estados Unidos (AFP). El Fondo Monetario Internacional (FMI), que hasta ahora se niega a admitir el riesgo de contagio regional por la crisis argentina, debe enfrentar ahora un marasmo casi general en América Latina.
Después de haber dejado a Argentina caer a fines del año anterior al interrumpir el apoyo financiero, el FMI debe ahora atender los incendios que se desataron en Brasil y Uruguay.
Sin embargo, los responsables de la entidad financiera multilateral todavía no quieren hablar de contagio, por lo menos en lo que concierne a una eventual relación entre la situación argentina y brasileña.
Si bien hay ciertamente un impacto de la situación de Argentina sobre Uruguay, la situación en Brasil tiene orígenes diferentes y proviene de incertidumbres políticas que no tienen nada que ver con Argentina, indicaron fuentes cercanas al FMI que requirieron anonimato.
No imagino que eso cambie en los próximos días, dijo la fuente.
La actitud de los responsables del FMI revela el cambio de rumbo que se produjo luego del arribo de George W. Bush a la presidencia a comienzos de 2001. Antes siempre listo para brindar asistencia para enfrentar las crisis en los países emergentes de Asia o en Rusia, el Fondo debe ahora adaptarse a la voluntad de su primer accionista de ajustar el otorgamiento de fondos, que se alimentan con los impuestos de los contribuyentes de los países más ricos.
Esta línea de pensamiento es expresada sobre todo por el secretario del Tesoro Paul O'Neill. Según él, la plata de los carpinteros y los plomeros norteamericanos no debe servir para sacar a flote a países como Argentina y los préstamos del FMI no deben salir para cuentas bancarias en Suiza.
