Francia estrenó ayer su tasa Tobin, un impuesto del 0.2% sobre ciertas operaciones de compraventa de títulos de grandes capitalizaciones bursátiles, con la que el Estado espera recaudar hasta 400 millones de euros ($492 millones) en la segunda mitad de este año.
La medida, que afectará a los títulos de 109 sociedades galas como Air France, Michelin, Löreal, Societé Géneral o LVMH, entre otras, fue aprobada a inicios de año por la mayoría conservadora del entonces presidente Nicolas Sarkozy, y doblada después por su sucesor, el socialista François Hollande, pasando del 0.1% al 0.2%.
En un ejercicio completo, se prevé que esa tasa pueda aportar a las arcas públicas unos $1,967 millones, según los cálculos del Gobierno.
El nuevo impuesto no afecta a todas las operaciones sobre las grandes empresas que cotizan en el parqué parisino, pues no se gravan la emisión de títulos de capital a cargo de una cámara de compensación, ni tampoco las adquisiciones de acciones entre empresas de un mismo grupo para no perjudicar la competitividad de la plaza financiera francesa.
Por el mismo motivo estarán excluidas también las compañías con sede fuera de Francia que quieran estar presentes en la Bolsa de París y las francesas que coticen en el extranjero, así como las emisiones de deuda soberana y las de obligaciones de empresa, con el fin de no perjudicar la financiación de la economía en un momento de fragilidad como el actual.
A última hora quedaron exentos, además, los seguros de impago de deuda (Credit Default Swaps, CDS) que no contienen ninguna obligación subyacente, así como las transacciones de muy alta frecuencia.
Todas esas excepciones han mermado el entusiasmo de quienes celebran la aplicación de la tasa Tobin francesa, como la organización humanitaria Ofxam-Francia.