OPINIÓN IImagínese que su gerente de ventas ha logrado pactar una venta que aumentará fuertemente sus utilidades. Pero existe una condición para lograrla: debe pagar una coima o, de lo contrario, la pierde. ¿Qué debe hacer? Según Carroll, existen tres tipos de ejecutivos: morales, inmorales y amorales. Los inmorales aprovechan oportunidades que otros no explotan por sus restricciones legales o éticas. Para ellos las barreras legales son obstáculos que hay que superar para ganar beneficios.El ejecutivo amoral, según Carroll, es el que más abunda. Ellos no reflexionan ni tienen sensibilidad sobre temas éticos en los negocios. No toman conciencia de las implicaciones éticas de sus decisiones, pero se consideran personas éticas.Cuando un ejecutivo se enfrenta a un dilema, si entra o no en un negocio, analiza exhaustivamente los riesgos, las posibles reacciones de la competencia y las probabilidades de éxito. Finalmente toma su decisión, asumiendo la responsabilidad. Sin embargo, cuando se enfrenta a un dilema ético frecuentemente no se detiene a reflexionar. No analiza las consecuencias de sus actos y, simplemente, actúa de forma amoral. Una decisión en un dilema económico se premia con retorno en dinero. En el dilema moral, una buena decisión se premia con nuestra tranquilidad, felicidad y bienestar a largo plazo.Un ejecutivo amoral daría coimas a los agentes de compras sin pensarlo mucho, ya que está concentrado en su negocio y en producir utilidades. Para eso fue contratado. Pero analicemos profundamente este tipo de dilemas.En primer lugar, nadie nos enseñó a hacerlo. Los valores no solo hay que conocerlos e interiorizarlos. Debemos saber tomar decisiones basándonos en valores cuando ellos están en conflicto. En el dilema de la coima, por ejemplo, se enfrentan los valores de la honestidad con el valor de la eficacia empresarial. Es urgente entrenar a nuestros ejecutivos en esta habilidad.Es fácil dejarse llevar por la corriente de un río. Si queremos ir en contra, tenemos que hacer un esfuerzo muy grande. Pero vale la pena porque más adelante en el río podríamos caer en una gran catarata.Lo mismo ocurre con la moralidad. Existe una serie de costumbres aceptadas por la sociedad, pero que van en contra de principios universales. Estas costumbres son como la corriente del río, nos arrastran de forma automática a actuar en contra de nuestros valores. Entre las costumbres aceptadas o "adecuadas" socialmente tenemos: pagar coimas, adquirir libros piratas o artículos de dudosa procedencia, evadir impuestos, no respetar reglas de tránsito, entre otras. La próxima vez que se enfrente a alguna de estas situaciones, no se deje arrastrar por la corriente de que "todos lo hacen". Pregúntese si lo que está haciendo coincide con sus valores y decida si usted quiere hacerlo y si está dispuesto a vivir con la consecuencia de sus actos. Cuentan que un barco español llegó al nuevo mundo y los aborígenes se fascinaron con los clavos que tenían los tripulantes. Estaban dispuestos a entregar joyas y hasta favores sexuales para conseguir estos clavos de extrema utilidad. Un día el capitán regresó a su barco y, al caminar, sintió cómo se levantaban las tablas. Bajó a su habitación y vio que el barco se estaba hundiendo. Los clavos eran tan valiosos que todos sus hombres los habían sacado para venderlos. Finalmente el barco se hundió.Lo mismo ocurre en nuestra sociedad. Si "todos" pagamos coimas, compramos libros piratas y artículos robados, y dejamos de pagar impuestos, entonces nuestro país también se hundirá como el barco. Tomemos la responsabilidad y seamos un ejemplo con nuestras conductas de la sociedad que queremos formar.
El autor es decano de la Universidad peruana de Ciencias Aplicadas. www.leadercli.com.
