La entrada al lago Gatún estaba oscura. El destello de los faros que ayudan a la navegación convertía el agua en un espejo. El Four Schooner, cargado con 20 millones de galones de petróleo crudo de Vietnam, acababa de completar el tránsito por el corte Culebra con dirección a Colón.
Un silencio extraño levantó sospechas en el capitán Nereo Navarro, quien llevaba el control de la embarcación luego de recibirla de manos de su compañero José Burgos.
El buque viajaba a 12 nudos por hora (22 kilómetros) y se preparaba para dar la curva de Bohío, una de las más cerradas de la vía. Momentos antes de comenzar el giro a babor (izquierda) llegó una llamada del cuarto de máquinas exigiéndole al capitán que apagara las máquinas de propulsión por recalentamiento del motor.
Sus 10 años de experiencia le indicaban a Navarro que, a esa velocidad, el barco sin máquina sería difícil de controlar y se exponía a un accidente similar al del Prestige, que en 2002 contaminó las costas de Galicia, España.
Sin titubear, Navarro impartió órdenes al capitán del buque y a su tripulación para afrontar una emergencia.
Burgos se encargó de la comunicación con el centro de Tráfico Marítimo. En dirección contraria venía otro buque, cuyo capitán reaccionó lo suficientemente rápido para dejar libre la ruta al Four Schooner. A esta altura el timón respondió por última vez. El buque comenzó a caer a estribor (derecha), con la posibilidad de golpear la punta de bahía Frijoles. La pericia de Navarro lo obligó a ordenar que se lanzara el ancla de babor, para enderezar la nave.
"El roce de los grilletes por la velocidad del buque generó tanta chispa, que la proa del barco quedó completamente iluminada", recuerda Burgos.
Luego llegó el olor a zapata de freno quemada. Pero el susto no había terminado. El buque aún viajaba a siete nudos. Ante la posibilidad de golpear el banco opuesto, Navarro ordenó lanzar el ancla de estribor para detener la nave.
"Fue como si Panamá hubiera anotado un gol a Costa Rica y la clasificación del mundial de fútbol fuese un hecho", dice Burgos.
La Asociación de Prácticos del Canal de Panamá entregó una placa a Navarro para reconocerle su acto heroico, que evitó, además, un derrame cuyas consecuencias ambientales hubieran sido desastrosas.




