A menos de tres semanas para las elecciones de medio mandato, los inversores en Wall Street reciben nerviosos pero sin un estrés exacerbado la hipótesis de un Congreso paralizado.
“Los inversores se muestran como siempre nerviosos ante la incertidumbre de estas elecciones”, señala Sam Stovall, jefe de inversiones de CFRA, para justificar el pico de volatilidad observado en los mercados desde principios de mes.
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Los inversores aguardan que el Partido Republicano pierda en promedio 22 escaños en la Cámara de Representantes, sinónimo de un giro hacia el lado demócrata, mientras que un cambio en el Senado no forma parte de los planes.
Un Congreso dividido “puede influenciar cuestiones presupuestarias clave en torno a la baja de impuestos, los gastos y la reglamentación”, enumeró Stephen Gallagher, economista jefe de Société Générale en Estados Unidos.
Aprobada con toda la pompa a fines del año pasado, la reforma fiscal de Donald Trump podría ver su ampliación, e incluso su existencia, amenazadas.
Los republicanos “quisieran hacer permanentes la baja de los impuestos a los hogares, hasta el momento temporales, mientras que los demócratas amarían suprimir al menos una parte de la reforma”, recuerda Craig Holke, de Wells Fargo. Con este escenario, la palabra impasse, propia de un Congreso dividido y por lo tanto inmóvil, aparece frecuentemente entre los analistas. La expresión también es empleada para el tema de la desregulación.

