El diccionario de la Real Academia Española nos señala que el vocablo OPA proviene del quechua y significa bobo, sordo. En Argentina, Bolivia y Uruguay OPA significa tonto, idiota. Otra definición que nos brinda el diccionario es la de ¡opa! como voz para levantar.
Definitivamente, la opa a la que nos referiremos tiene más relación con el verbo levantar, ya que las siglas por las cuales se identifica a la oferta pública de compra o adquisición de acciones, cada día más conocida en nuestro medio, sin duda levanta pasiones (comerciales y financieras) y tiene, de seguro, muy poco de boba.
En Panamá, la tenencia de acciones está limitada a pocas personas, ya que no hemos alcanzado la deseada democratización del capital. En virtud de lo anterior, a las grandes mayorías el tema de las OPA les puede parecer de poco interés, salvo por la curiosidad de ver grupos empresariales usualmente conservadores y deseosos de mantener sus operaciones en reserva, discutiendo públicamente con pasión por la toma de control de empresas.
No obstante, seguir estos eventos de forma superficial o por el morbo, constituye una actitud equivocada y poco realista. Querámoslo o no, las OPA nos interesan a todos.
Hay -como señala el autor Morles Hernández- muchos intereses en juego. En primer lugar, está el interés nacional, de industrias que pasan a manos de extranjeros; el interés de la libre competencia que puede verse afectada por concentraciones económicas no deseadas; el interés de la empresa como productora de bienes y servicios y su incidencia en la economía nacional; el interés de los trabajadores, cuyo empleo y seguridad social se pueden ver amenazados; el interés del mercado de valores como canal de democratización del capital; y, finalmente, el interés de los accionistas minoritarios, a quienes el cambio de control puede afectar.
Con tantos intereses en juego, lo mejor es interesarse un poco por la OPA.
