A mediados de los años cuarenta, Estados Unidos seguía siendo una nación segregada.
Los negros y los blancos concurrían a distintas escuelas y hospitales y pasaban días de campo en parques distintos.
El presidente Harry Truman tomó la valiente decisión de integrar al ejército sólo después de que una turba blanca en Georgia asesinó a cuatro negros jóvenes en un "diluvio de balas" en julio de 1946.
Fue en esta recargada atmósfera que, en 1947, PepsiCo Inc. estableció una división de hombres negros para expandir lo que la compañía llamaba entonces el "mercado negro", dice la editora en jefe del diario Wall Street Journal, Stephanie Capparell, en su meticuloso estudio, "The Real Pepsi Challenge" (El verdadero desafío de Pepsi), de este ignominioso momento en el mercadeo estadounidense.
Aunque los sucesos que prosiguieron fueron presuntamente menos "históricos" que lo que afirma Capparell, su libro ofrece un panorama interesante sobre la forma en que las empresas estadounidenses jugaron la carta racial en los días de Jim Crow.
Para su investigación, Capparell entrevistó a los miembros sobrevivientes del equipo de ventas de PepsiCo, que en su momento cúspide estuvo integrado por doce personas.
El equipo de Boyd notó que Coca-Cola no tenía empleados negros en cargos importantes en esa época. Algunos grupos convocaron a un boicot cuando el director de Coca-Cola, Robert Woodruff, brindó con dos segregacionistas.
